Presidente Obama, su Segunda Enmienda mata mexicanos
http://islammdp.blogspot.com/2012/07/presidente-obama-su-segunda-enmienda.html
por Sergio Aguayo
Etiquetas: drogas, EE.UU, mejico, narcotrafico
Islam en Mar del Plata
01/07/12
“¿Por qué las armas te preocupan tanto?”, me preguntó Ricardo Raphael a raíz, supongo, de que en el 2011, empecé a solicitar firmas para pedir al presidente Barack Obama tres medidas que redujeran el contrabando de armas de Estados Unidos a México.
Nací en un rancho del municipio de Ayotlán pero crecí en la capital de Jalisco, un estado leal a la cultura de la violencia. Después del rosario venía la cena y luego empezaban las historias de tesoros y aparecidos y se recordaba a la parentela que combatió a los federales gritando “¡Viva Cristo Rey!”.
Eran relatos minuciosos y detallados sobre cómo se moría, se mataba y se velaba. Era igualmente normal que en las fiestas familiares algún varón desahogara el regocijo vaciando al aire un cargador de una Colt 45.
En el barrio de mi adolescencia, San Andrés, formé parte de una pandilla llamada Los Vikingos, que veía con naturalidad el uso de la fuerza. El arsenal era escaso ―pistolas, rifles calibre 22 y uno que otro M2― y se dejaba para situaciones extremas. Los duelos personales o las batallas campales contra otros barrios o contra los golpeadores de la Federación de Estudiantes de Guadalajara se libraban a patadas, guantazos o garrotazos. Había un cierto código de autocontención y las muertes por armas de fuego eran más bien escasas e imputables, en ocasiones, a los arrebatos de imprudencia de quienes se les iba una bala o se volaban una parte del cerebro para chantajear a la novia, o mientras jugaban a la “ruleta rusa” bajo el influjo de rones o tequilas de ínfima calidad.
Los novenarios esporádicos se hicieron habituales cuando, a finales de los sesenta, una parte de la Guadalajara pobre y consciente se unió a la insurgencia armada que fue aplastada por los escuadrones de la muerte que en sus ratos libres servían a quienes empezaban a traficar con drogas. En 1971 dejé Jalisco cargando una que otra cicatriz pero ninguna cuenta irreparable. Me enrolé en la brutal disciplina de El Colegio de México donde o leías y escribías o perecías. Encerrado en los sótanos de la Biblioteca me daba mis tiempos para sentir la culpabilidad de quien sobrevive una tragedia; sabía que el mundo de mi juventud estaba siendo destruido a sangre y fuego. Fue entonces cuando me interesé por los derechos humanos y encontré en la protección de las víctimas el antídoto a la displicente familiaridad con la violencia de mis primeros años.
Vinieron los posgrados en el extranjero y a finales de los setenta me convertí, por invitación de Lorenzo Meyer, en profesor del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México. El año en que ingresé a ese claustro las guerras centroamericanas iniciaron; las estudié y me movilicé para exigir que México diera asilo a las oleadas de desplazados con las cuales era inevitable que me identificara. Me conmoví y sufrí con los horrores de las guerras. En octubre de 1982 acompañaba a una misión del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) en la Selva de Marqués de Comillas, Chiapas. Súbitamente, por entre los árboles salían miles de andrajosos indígenas guatemaltecos que venían huyendo de los feroces Kaibiles (tropas de élite guatemaltecas). ¡Cuánto dolor, cuánta muerte y sufrimiento! No sería ni la primera ni la última vez que descendí al Infierno de Dante. Reaccioné haciéndome especialista en temas de seguridad; quien quiera defender los derechos humanos ha de comprender la lógica de sus violadores.
México era diferente. La disputa por el poder se hacía cada vez más en torno a elecciones limpias y confiables. Tan fuerte era el impulso pacífico que la vertiente armada de la rebelión zapatista de 1994 duró unos cuantos días, muy rápido aceptaron una tregua de facto que todavía se mantiene. Fue una esperanza efímera. El presidencialismo autoritario y centralista no fue sustituido por una institucionalidad democrática; sólo se rompieron los diques que contenían una criminalidad que floreció y se expandió porque tenía tras de sí una añeja veneración por la violencia.
En 2011 México está inmerso en una guerra y la debilidad del Estado le impide enfrentar un doble flujo: del sur van a los Estados Unidos ríos de drogas y de migrantes; el norte avienta al sur fortunas en dinero y un caudal de armas cada vez más letales. Cada día entran a nuestro país hasta dos mil pistolas y fusiles de asalto que equipan a los grupos armados para sembrar el terror y enfrentarse a las fuerzas estatales. El costo social es gigantesco y crece la sensación de impotencia. Para evitar que nos paralice el miedo hay que renovar la agenda.
El 10 diciembre de 2008 participé en una cena organizada por el Instituto México del Woodrow Wilson Center. Seríamos una cincuentena de mexicanos y estadounidenses que después del postre escuchamos las palabras del entonces procurador general de la República, Eduardo Medina Mora. Faltaban unos cuantos días para que tomara posesión Barack Obama y el funcionario aprovechaba para decirles a los estadounidenses ahí presentes que México esperaba que Obama frenara el contrabando de armas.
A la mitad de su alocución entraron unos asistentes de traje brilloso. Iban en procesión cargando una Barret calibre 50, el arma preferida de los francotiradores. Había leído sobre ella, pero nunca la había tenido tan cerca. Medía un metro con veintidós centímetros, tenía dos patas que soportan un cañón largo y esbelto y despedía destellos de un intenso gris metálico que me recordaban el color de algunos ataúdes. De su parte superior le brotaba como joroba una gigantesca mira telescópica. Tenía un cargador para diez balas capaces de perforar blindajes, atravesar concreto y despedazar cuerpos.
Por mi herencia jalisciense veía con lujuria al instrumento; por mi formación posterior me horrorizaba pensando en cómo destruiría a una persona. Mientras me sumergía en mis cavilaciones Medina Mora seguía describiendo sus peculiaridades; así supe que un francotirador canadiense tiene la marca mundial porque en Afganistán pulverizó a un enemigo a 2,400 metros de distancia. Esta Barret, agregó el procurador, costó unos 4 mil dólares en una armería de Texas y le fue incautada a unos sicarios en Reynosa, Tamaulipas. Es favorita de los carteles mexicanos que complementan sus arsenales con la pistola Five-Seven o “Matapolicías” y los famosos “Cuernos de Chivo”.
El procurador criticó la facilidad con la cual se adquieren armas en Estados Unidos (un derecho garantizado por la Constitución) porque, en sus palabras, la “Segunda Enmienda no fue pensada para armar criminales”. Cerró su presentación solicitando a los estadounidenses que transmitieran al gobierno de Barack Obama la petición del gobierno de Calderón de prohibir la “venta de rifles de asalto” autorizada por George W. Bush.
La postura mexicana se mantiene. Felipe Calderón Hinojosa la reitera una y otra vez. En mayo de 2010 incluso dijo ante el Congreso de Estados Unidos que “si ustedes no regulan adecuadamente la venta de armas” estas podrían ser usadas contra “autoridades y ciudadanos estadounidenses”. En Washington lo escuchan educadamente pero no pasa nada porque puestos a elegir entre las vidas de mexicanos y las ganancias de los mercaderes de armas optan por lo segundo. Sobre todo porque quienes defienden la posesión de armas cuentan con la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA) que tiene un discurso muy bien armado para defender su derecho a comprar y portar armas.
En suma, los carteles mexicanos tienen garantizados todos los suministros bélicos que necesitan. Aprovechándose de la corrupción, en las aduanas mexicanas se abastecen sin problemas en las 8,479 armerías existentes en Arizona, California, Nuevo México y Texas. De allá proviene 84% de armas y municiones con las cuales se nos extorsiona, secuestra y asesina. Ellos se justifican atrincherándose en la libertad y la democracia.
Tenemos unos vecinos hipócritas porque cuando les conviene sí combaten el tráfico de armas. Durante la sangrienta guerra del sudeste asiático bombardearon día y noche el Sendero de Ho Chi Minh utilizado por Vietnam del Norte para abastecer a los guerrilleros del Vietcong; hace poco decretaron un embargo de armas a Libia y se escandalizan y gritan alarmados ante la ligerísima posibilidad de que México sea utilizado por terroristas para atacarlos.
No todos los estadounidenses son iguales. Un buen número de ellos se preocupa por lo que sucede en nuestro país y están dispuestos a presionar al gobierno de Barack Obama para que frene el contrabando de armas a México. Con eso en mente, Alianza Cívica ―organización de la que formo parte— dialogó durante varios meses con grupos como Washington Office on Latin America y Global Exchange de Estados Unidos para establecer una campaña contra el contrabando de armas haciéndole tres peticiones a Barack Obama.
Los escépticos consideran que campañas como ésta son inútiles porque los carteles se armarían en otro lado. Es cierto, pero pasan por alto que esta campaña tiene objetivos más amplios. Uno es llamar la atención sobre una de las causas de la violencia y promover la participación ciudadana, otro es incluir en la agenda nacional la urgencia de incorporar la cultura de la paz, la justicia y el respeto a los diversos.
Así pues, mi preocupación con las armas viene de que conozco su poder de seducción y destrucción y el peso que tienen en la cultura de la violencia. Sería utópico esperar que desaparezcan porque el impulso a la destrucción es parte integral de la condición humana. Por experiencia propia y por lo observado en otros países estoy convencido de que sí es posible modificar los valores a y que un ingrediente de esta “pedagogía de la paz” es la participación ciudadana en acciones concretas como la de frenar el contrabando de armas de Estados Unidos a México. En esa gigantesca tarea la solidaridad internacional es indispensable porque, después de todo, estamos ante una vieja confrontación entre los impulsos primarios a destruir y a vivir.
Aquí, en Nuestra Aparente Rendición, publicación original de este artículo.
http://nuestraaparenterendicion.com/index.php?option=com_k2&view=itemlist&task=category&id=94:el-cambio&Itemid=146
Sergio Aguayo. Nací en un rancho de Jalisco, crecí en su capital Guadalajara y en 1971 migré a la capital. He dedicado mi vida profesional a estudiar y entender el cambio en México y he hecho todo lo que he podido por reducir las injusticias. Soy egresado de la licenciatura en Relaciones Internacionales por El Colegio de México, estudié la maestría, doctorado y posdoctorado en la Universidad Johns Hopkins y desde 1977 soy profesor en El Colegio de México. También me apasiona el periodismo que practico escribiendo una columna semanal para el diario Reforma, participo semanalmente en el programa de radio que conduce Carmen Aristegui y en otro de la televisión pública (Primer Plano en Canal 11). Finalmente, tengo medio siglo involucrado en movimientos cívicos y sociales y actualmente presido Alianza Cívica. En esas tres actividades fluye mi pasión por entender y mejorar un México en fermento y transformación.
Tuesday, July 3, 2012
México: EL SOCIOLOGO EMILIO ALVAREZ ICAZA EXPLICA LA GUERRA ANTINARCO
México: EL SOCIOLOGO EMILIO ALVAREZ ICAZA EXPLICA LA GUERRA ANTINARCO
http://islammdp.blogspot.com/2012/07/mexico-el-sociologo-emilio-alvarez.html
Por Eduardo Febbro-Desde México D. F.
Etiquetas: drogas, mejico, narcotrafico
Islam en Mar del Plata
01/07/12
Pese a los cincuenta mil muertos en el último sexenio, ninguno de los candidatos abordó de frente durante la campaña presidencial un tema que, junto a la falta de trabajo, aparece como una de las grandes preocupaciones de los electores.
El Partido Acción Nacional (PAN) que gobernó México en los últimos doce años deja el poder con un legado de violencia jamás alcanzado en la historia de este país: 50.000 muertos en seis años, más de 5000 desaparecidos, 8000 cuerpos sin identificación y un tendal de tragedias cuyas imágenes figuran entre las más cruentas de los conflictos armados: decapitaciones, camiones repletos de cadáveres, bolsas de plástico con cuerpos despedazados y un puñado de nombres que se instalaron como territorios de guerra y en los cuales los carteles de la droga son amos y señores de la vida y de la muerte: Tamaulipas, Nuevo León, Veracruz, Michoacán, Sinaloa.
En la cuenta también caben los nombres de quienes dirigen los carteles, hoy tan famosos como las estrellas de cine o televisión. La Procuraduría General de la República (PGR) estableció que en México hay un total de siete carteles operando en el país y que dos de ellos, los más poderosos, controlan el de Joaquim Guzmán, alias el Chapo, jefe del Cartel de Sinaloa, y el de Osiel Cárdenas, jefe del Cartel del Golfo, bajo cuyo mando opera la red de sicarios denominada Los Zetas. Pero por más cruentas que sean las cifras de muertos, decapitados, descuartizados o de personas que aparecen colgadas de los puentes, el tema de la narcoviolencia ha estado ausente de la campaña electoral para las elecciones presidenciales de este domingo.
Ni Enrique Peña Nieto, candidato del PRI (Partido Revolucionario Institucional), ni la candidata del gobernante PAN, Josefina Vázquez Mota, ni el representante de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador (PRD, Partido de la Revolución Democrática) abordaron de frente un tema que, junto a la falta de trabajo, aparece como una de las grandes preocupaciones de los electores. En su conjunto, los tres candidatos prometieron lo mismo que Felipe Calderón: más trabajo de inteligencia, policías confiables y el compromiso de que los militares que Calderón sacó sin éxito para combatir a los narcos regresen a los cuarteles. Andrés Manuel López Obrador fijó un calendario de seis meses para el retiro de los militares, mientras que Peña anunció la creación de un cuerpo de gendarmería de 40.000 efectivos y contratar como asesor al general Oscar Naranjo, el hombre que capturó al narcotraficante Pablo Escobar.
La campaña estableció un cordón sanitario de silencio en torno de lo que es un drama de una profundidad desoladora. En esta entrevista con Página/12, el sociólogo Emilio Alvarez Icaza, ex presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y actual integrante del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad del poeta Javier Sicilia, pone de relieve los mecanismos de esa violencia, la impunidad de sus actores y la responsabilidad de Estados Unidos.
–¿Cuál es la combinación de factores que explican que se haya llegado a tales niveles de violencia?
–En el mapa geopolítico internacional los carteles mexicanos empiezan a competir con el liderazgo colombiano en materia de drogas. Parte de la droga que iba a Estados Unidos se empieza a quedar en México y también esa droga se produce aquí. México pasa entonces de ser un país de tránsito a convertirse en un productor y en un consumidor. Este cambio generó una pelea por los mercados y una disputa territorial. Ello llevó a los carteles a negociar con los gobernadores y a penetrar los organismos de seguridad para garantizar la cobertura. Pero el fenómeno se fue multiplicando y la delincuencia extendió su labor del tráfico de drogas al tráfico de personas, al tráfico de armas. La delincuencia constató que estaba bajo un manto de impunidad y decidió multiplicar su acción con otro fenómeno, es decir, el secuestro, la extorsión y el delito. Este negocio del delito y de la muerte se extendió incluso a los migrantes, víctimas también del secuestro y la extorsión. En resumen, el fenómeno de la delincuencia en México se explica por el debilitamiento de las estructuras del poder, por una condición estructural de corrupción e impunidad, por la penetración de las instituciones de seguridad y justicia por parte de la delincuencia. Este cóctel nos tiene sumidos en una espiral de violencia atroz que, por un lado, recuerda al fenómeno colombiano, y, por el otro, pone de manifiesto un accionar del Estado que rivaliza con la violencia estatal de las dictaduras del Cono Sur. En América del Sur, la violencia tuvo como argumento la guerra contra el comunismo, aquí es la guerra contra el narcotráfico. Bajo este argumento cabe todo. La tragedia humana es extraordinaria. Por esa razón, nosotros, desde el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, hemos hablado de que se enfrenta en México una emergencia nacional.
–En estos doce años de cambios en los cuales el PRI perdió su hegemonía, no se produjo la transformación más esperada: es decir, que la llamada transición diera lugar a otro tipo de Estado, menos autoritario.
–Esto se explica por los fenómenos de corrupción e impunidad. Venimos de un Estado profundamente autoritario y de estructuras que no se transformaron. Durante la transición democrática no se logró hacer que las instituciones de seguridad sean instituciones de la democracia. Nuestras instituciones de prevención de delito, procuración y administración de Justicia tienen la lógica del viejo régimen. La transición democrática no alcanzó a reestructurar esas instituciones. Todo se convirtió entonces en un contexto de extraordinario riesgo.
–¿Qué margen le queda al poder que surja de las urnas para, al menos, intentar cambiar esta situación?
–El gran desafío tiene que ver con el hecho de que no hay una política de Estado en materia de seguridad. El presidente Calderón decidió lanzar el ejército a la calle casi en una decisión unipersonal, ni siquiera en una política de gobierno y menos aún en una política de Estado. Hay una crítica estructural a la política del gobierno y ahora que se perfila el cambio se da la discusión sobre cuáles deben ser las acciones estructurales para enfrentar este fenómeno.
–Sin embargo, los grados de violencia que se dan no son única y exclusivamente un problema mexicano. Estados Unidos tiene una aplastante responsabilidad.
–Desde luego. Este problema no se entiende sin la omisión, complicidad y participación de Estados Unidos. Se dan fenómenos inverosímiles. Estados Unidos tiene capacidad para detectar en sus fronteras el paso de los miles de centroamericanos y mexicanos, pero no tienen capacidad para encontrar los aviones, los camiones y los trenes que pasan llenos de droga, llenos de armas, llenos de municiones y de dinero en efectivo. Lo que se observa entonces es una doble moral. En Estados Unidos esto es un tema de salud pública, mientras que en América latina es un tema de seguridad pública. Ellos ponen los dólares y nosotros la sangre. Por otra parte, hay una lógica geopolítica muy perversa para nosotros en la cual el trabajo sucio lo hace América latina. La columna vertebral de esto es lo económico, pero ese tema nunca se toca. Nunca se detectan las grandes cantidades de dinero que circulan en el sistema financiero. Esto se agudiza más cuando desde Estados Unidos se realizan acciones para infiltrar el narcotráfico a través de dinero y de armas. Es como si el gobierno mexicano vendiera droga para ver cómo se mueren los jóvenes de Estados Unidos.
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Por Eduardo Febbro-Desde México D. F.
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Islam en Mar del Plata
01/07/12
Pese a los cincuenta mil muertos en el último sexenio, ninguno de los candidatos abordó de frente durante la campaña presidencial un tema que, junto a la falta de trabajo, aparece como una de las grandes preocupaciones de los electores.
El Partido Acción Nacional (PAN) que gobernó México en los últimos doce años deja el poder con un legado de violencia jamás alcanzado en la historia de este país: 50.000 muertos en seis años, más de 5000 desaparecidos, 8000 cuerpos sin identificación y un tendal de tragedias cuyas imágenes figuran entre las más cruentas de los conflictos armados: decapitaciones, camiones repletos de cadáveres, bolsas de plástico con cuerpos despedazados y un puñado de nombres que se instalaron como territorios de guerra y en los cuales los carteles de la droga son amos y señores de la vida y de la muerte: Tamaulipas, Nuevo León, Veracruz, Michoacán, Sinaloa.
En la cuenta también caben los nombres de quienes dirigen los carteles, hoy tan famosos como las estrellas de cine o televisión. La Procuraduría General de la República (PGR) estableció que en México hay un total de siete carteles operando en el país y que dos de ellos, los más poderosos, controlan el de Joaquim Guzmán, alias el Chapo, jefe del Cartel de Sinaloa, y el de Osiel Cárdenas, jefe del Cartel del Golfo, bajo cuyo mando opera la red de sicarios denominada Los Zetas. Pero por más cruentas que sean las cifras de muertos, decapitados, descuartizados o de personas que aparecen colgadas de los puentes, el tema de la narcoviolencia ha estado ausente de la campaña electoral para las elecciones presidenciales de este domingo.
Ni Enrique Peña Nieto, candidato del PRI (Partido Revolucionario Institucional), ni la candidata del gobernante PAN, Josefina Vázquez Mota, ni el representante de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador (PRD, Partido de la Revolución Democrática) abordaron de frente un tema que, junto a la falta de trabajo, aparece como una de las grandes preocupaciones de los electores. En su conjunto, los tres candidatos prometieron lo mismo que Felipe Calderón: más trabajo de inteligencia, policías confiables y el compromiso de que los militares que Calderón sacó sin éxito para combatir a los narcos regresen a los cuarteles. Andrés Manuel López Obrador fijó un calendario de seis meses para el retiro de los militares, mientras que Peña anunció la creación de un cuerpo de gendarmería de 40.000 efectivos y contratar como asesor al general Oscar Naranjo, el hombre que capturó al narcotraficante Pablo Escobar.
La campaña estableció un cordón sanitario de silencio en torno de lo que es un drama de una profundidad desoladora. En esta entrevista con Página/12, el sociólogo Emilio Alvarez Icaza, ex presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y actual integrante del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad del poeta Javier Sicilia, pone de relieve los mecanismos de esa violencia, la impunidad de sus actores y la responsabilidad de Estados Unidos.
–¿Cuál es la combinación de factores que explican que se haya llegado a tales niveles de violencia?
–En el mapa geopolítico internacional los carteles mexicanos empiezan a competir con el liderazgo colombiano en materia de drogas. Parte de la droga que iba a Estados Unidos se empieza a quedar en México y también esa droga se produce aquí. México pasa entonces de ser un país de tránsito a convertirse en un productor y en un consumidor. Este cambio generó una pelea por los mercados y una disputa territorial. Ello llevó a los carteles a negociar con los gobernadores y a penetrar los organismos de seguridad para garantizar la cobertura. Pero el fenómeno se fue multiplicando y la delincuencia extendió su labor del tráfico de drogas al tráfico de personas, al tráfico de armas. La delincuencia constató que estaba bajo un manto de impunidad y decidió multiplicar su acción con otro fenómeno, es decir, el secuestro, la extorsión y el delito. Este negocio del delito y de la muerte se extendió incluso a los migrantes, víctimas también del secuestro y la extorsión. En resumen, el fenómeno de la delincuencia en México se explica por el debilitamiento de las estructuras del poder, por una condición estructural de corrupción e impunidad, por la penetración de las instituciones de seguridad y justicia por parte de la delincuencia. Este cóctel nos tiene sumidos en una espiral de violencia atroz que, por un lado, recuerda al fenómeno colombiano, y, por el otro, pone de manifiesto un accionar del Estado que rivaliza con la violencia estatal de las dictaduras del Cono Sur. En América del Sur, la violencia tuvo como argumento la guerra contra el comunismo, aquí es la guerra contra el narcotráfico. Bajo este argumento cabe todo. La tragedia humana es extraordinaria. Por esa razón, nosotros, desde el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, hemos hablado de que se enfrenta en México una emergencia nacional.
–En estos doce años de cambios en los cuales el PRI perdió su hegemonía, no se produjo la transformación más esperada: es decir, que la llamada transición diera lugar a otro tipo de Estado, menos autoritario.
–Esto se explica por los fenómenos de corrupción e impunidad. Venimos de un Estado profundamente autoritario y de estructuras que no se transformaron. Durante la transición democrática no se logró hacer que las instituciones de seguridad sean instituciones de la democracia. Nuestras instituciones de prevención de delito, procuración y administración de Justicia tienen la lógica del viejo régimen. La transición democrática no alcanzó a reestructurar esas instituciones. Todo se convirtió entonces en un contexto de extraordinario riesgo.
–¿Qué margen le queda al poder que surja de las urnas para, al menos, intentar cambiar esta situación?
–El gran desafío tiene que ver con el hecho de que no hay una política de Estado en materia de seguridad. El presidente Calderón decidió lanzar el ejército a la calle casi en una decisión unipersonal, ni siquiera en una política de gobierno y menos aún en una política de Estado. Hay una crítica estructural a la política del gobierno y ahora que se perfila el cambio se da la discusión sobre cuáles deben ser las acciones estructurales para enfrentar este fenómeno.
–Sin embargo, los grados de violencia que se dan no son única y exclusivamente un problema mexicano. Estados Unidos tiene una aplastante responsabilidad.
–Desde luego. Este problema no se entiende sin la omisión, complicidad y participación de Estados Unidos. Se dan fenómenos inverosímiles. Estados Unidos tiene capacidad para detectar en sus fronteras el paso de los miles de centroamericanos y mexicanos, pero no tienen capacidad para encontrar los aviones, los camiones y los trenes que pasan llenos de droga, llenos de armas, llenos de municiones y de dinero en efectivo. Lo que se observa entonces es una doble moral. En Estados Unidos esto es un tema de salud pública, mientras que en América latina es un tema de seguridad pública. Ellos ponen los dólares y nosotros la sangre. Por otra parte, hay una lógica geopolítica muy perversa para nosotros en la cual el trabajo sucio lo hace América latina. La columna vertebral de esto es lo económico, pero ese tema nunca se toca. Nunca se detectan las grandes cantidades de dinero que circulan en el sistema financiero. Esto se agudiza más cuando desde Estados Unidos se realizan acciones para infiltrar el narcotráfico a través de dinero y de armas. Es como si el gobierno mexicano vendiera droga para ver cómo se mueren los jóvenes de Estados Unidos.
¿Para qué sirven las reservas del Banco de México?
¿Para qué sirven las reservas del Banco de México?
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Etiquetas: economía, mejico
Islam en Mar del Plata
06/06/12
Las reservas del Banco de México son relativamente elevadas, pero no sirven gran cosa y reflejan tanto el entreguismo como las contradicciones de quienes manejan las finanzas nacionales.
Tan no han servido para mucho que ya empezó el gran declive del peso mexicano –al unísono del desplome del petróleo y la fuga de capitales a Madrid (para rellenar los agujeros negros de la quebrada banca española)– que va a arreciar antes y después de la elección. Lo advertí hace más de un mes en entrevista a Feliciano Hernández (sinembargo.mx 7/5/12).
Las reservas mexicanas sirven para apuntalar el dólar más que el peso (suena paradójico, ¿no?). Pero si la grave crisis financiera de EU arrecia, entonces Wall Street puede optar por acelerar la fuga de capitales y la devaluación del peso para intentar colmar parte de su agujero negro financierista vía mercado bursátil. En la Bolsa de Luis Téllez, operador del suprabursátil Grupo Carlyle del nepotismo bu-shiano, han ocurrido dos extraños accidentes en un solo mes, que han minado selectivamente las acciones mexicanas. ¿Deliberado?
En la entrevista de marras pronostiqué hace más de un mes: gran parte de las reservas van a servir para tapar los boquetes de EU, y comenzarán los ataques especulativos contra el peso, y las reservas no van a servir de nada. Ya hay antecedente de esto con todas las devaluaciones. EU imprime los dólares, pero sus reservas verdaderas del país no están en dólares, sino en oro. Ce qu il fallait démontrer!
Dentro de los 20 países con mayores reservas están los asiáticos y los petroleros, quienes las han diversificado en oro, plata y otras divisas. El mismo EU detiene 75 por ciento de sus reservas totales (367 mil 536 millones de dólares) en oro (¡supersic!) frente al raquítico 0.26 por ciento aurífero (¡supersic!) de México. ¡Increíble: ni EU confía en su dólar! Según BM, EU posee 488 mil 929 millones de dólares constituido por oro, derechos especiales de giro (SDR, por sus siglas en inglés) y reservas en dólares.
La Reserva Federal (Fed) cotiza tramposamente sus reservas de oro a un bajísimo precio de 35 dólares la onza: a precio de Bretton Woods de hace 67 años, cuando hoy en el mercado vale cinco veces más. Es probable que EU se guarde un as bajo la manga: ¿regreso al patrón oro? Quienes menos reservas poseen son los integrantes del G-7, a escala individual, menos que México (con excepción de Japón): EU 148 mil 445 mdd (¡sin oro!: 1.01 por ciento de su PIB nominal); Alemania 263 mil 17 mdd (7.10 por ciento del PIB); Japón, el mayor, 1,302,877 mdd (21.27 por ciento del PIB); Francia 185 mil 40 mdd (6.40 por ciento del PIB), e Italia 187,298 mdd (8.19 por ciento).
México ostenta 155 mil 949 millones de dólares (13.2 por ciento del PIB nominal), lo cual es mayor al G-7 (excepto Japón), pero menor a los países asiáticos y petroleros árabes (Arabia Saudita y Argelia). En forma anómala México es el primer productor de plata del mundo, lo cual no sirve para mucho (poquísimo se queda acá) porque beneficia exclusivamente a las depredadoras mineras anglosajonas. El paradigma del saqueo argentífero: Zacatecas, primer productor de plata, es el primer exportador de migrantes.Daddy Bush lanzó la idea de una canasta de materias primas (commodities) para fortalecer al dólar: alimentos, petróleo, oro, uranio, etcétera. No es mala idea: es mejor que contar con oro solamente.
En la vieja economía, antes del modelo financierista-globalizador y su dizque nueva economía, las reservas significaban tres meses de dinero para pagar las importaciones, lo cual es anacrónico. Hoy, después de las crisis financieras (v.gr efecto dragón), en el parasitario modelo financierista monetarista centralbanquista, las reservas de divisas de México sirven a la Fed con tres propósitos: 1) apuntalar el alicaído dólar, 2) sostener el carry trade (género de especulación con los diferenciales de las tasas de interés); y 3) detener algún embate especulativo contrario a los intereses bidireccionales de Wall Street (a veces conviene sostener al peso, a veces lo contrario).
Sin considerar la presente guerra de las divisas (James Rickards dixit), en general, si algún país se atreviese a adoptar una política que no beneficie los intereses de la plutocracia/bancocracia de Wall Street y la City, pues estas poderosas plazas generan ipso facto una hemorrágica fuga de capitales: gozan con el control.
Ante un Congreso emasculado, se suele dar exagerada importancia al Banco de México, que sirve a los intereses supremos de la Fed, por lo que constituye una aberración que se ostente como Banco de México (¡supersic!). ¿Para qué sirven los más de 155 mil millones de dólares de reservas en un país donde la mayoría es miserable? Pues para sostener el parasitario dólar. Tal es el saldo del modelo neoliberal financierista israelí-anglosajón que adoptó en forma masoquista el México neoliberal. En una situación ideal, elMéxico eterno (no el efímero y accidental México neoliberal) debería poseer oro y plata (curioso: a imitación de EU) como sostén monetario y tener dólares suficientes para el comercio, lo cual le brindaría mayor autonomía relativa respecto de los centros del poder financierista de Wall Street y la City. En forma más imaginativa, el México eterno debería crear su canasta de reservas con plata (primer productor del mundo) y sus activos en petróleo para fortalecer su divisa.
El modelo del G-7/OTAN, encabezado por EU, es bancario-financierista, mientras los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) ostentan un modelo economicista basado en las materias primas. México, productor de materias primas y de mediocre infraestructura financiera (ranking 41 en el Índice de Desarrollo Financiero de Davos), ha sido absorbido insensatamente por el modelo financierista de la bancocracia, que lo ha perjudicado a todas luces. El desmantelamiento nacional empezó en El Álamo y se profundizó con el demencial TLCAN; aún no concluye: en espera del golpe final de su incorporación obligada al Comando Norte (que explica, además de las venganzas calderonistas, la decapitación de los generales coincidentemente nacionalistas).
En el México financierista 92 por ciento de la banca nacional (medido por capitalización de mercado) está en manos foráneas. Desde el punto de vista financiero somos un país esclavo de EU, cuya Fed tiene 12 sucursales; 13 si se suma Banco de México. No existe talautonomía exterior de éste: es sólointerna frente a los tres caducos poderes locales. El México eternocayó en la trampa monetarista centralbanquista. Somos esclavos financieros de la Fed. Lo grave radica en que ese modelo está quebrado cuando la deuda de EU es impagable: 14 veces más de lo que propalan. El modelo neoliberal financierista para sostenerse requiere del engaño permanente y la desinformación.
Urge cambiar el modelo. Existen antídotos: empezar por quitar suautonomía interna al Banco de México para que se acople a la economía política del país. Su director –no gobernador(¿de dónde?)– debe ser designado por el Congreso para que asuma sus responsabilidades al unísono del Ejecutivo. El nuevo Banco de Méxicodebe estar supeditado al desarrollo del país, no a las políticas financieristas que sólo benefician a EU y Gran Bretaña.
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Islam en Mar del Plata
06/06/12
Las reservas del Banco de México son relativamente elevadas, pero no sirven gran cosa y reflejan tanto el entreguismo como las contradicciones de quienes manejan las finanzas nacionales.
Tan no han servido para mucho que ya empezó el gran declive del peso mexicano –al unísono del desplome del petróleo y la fuga de capitales a Madrid (para rellenar los agujeros negros de la quebrada banca española)– que va a arreciar antes y después de la elección. Lo advertí hace más de un mes en entrevista a Feliciano Hernández (sinembargo.mx 7/5/12).
Las reservas mexicanas sirven para apuntalar el dólar más que el peso (suena paradójico, ¿no?). Pero si la grave crisis financiera de EU arrecia, entonces Wall Street puede optar por acelerar la fuga de capitales y la devaluación del peso para intentar colmar parte de su agujero negro financierista vía mercado bursátil. En la Bolsa de Luis Téllez, operador del suprabursátil Grupo Carlyle del nepotismo bu-shiano, han ocurrido dos extraños accidentes en un solo mes, que han minado selectivamente las acciones mexicanas. ¿Deliberado?
En la entrevista de marras pronostiqué hace más de un mes: gran parte de las reservas van a servir para tapar los boquetes de EU, y comenzarán los ataques especulativos contra el peso, y las reservas no van a servir de nada. Ya hay antecedente de esto con todas las devaluaciones. EU imprime los dólares, pero sus reservas verdaderas del país no están en dólares, sino en oro. Ce qu il fallait démontrer!
Dentro de los 20 países con mayores reservas están los asiáticos y los petroleros, quienes las han diversificado en oro, plata y otras divisas. El mismo EU detiene 75 por ciento de sus reservas totales (367 mil 536 millones de dólares) en oro (¡supersic!) frente al raquítico 0.26 por ciento aurífero (¡supersic!) de México. ¡Increíble: ni EU confía en su dólar! Según BM, EU posee 488 mil 929 millones de dólares constituido por oro, derechos especiales de giro (SDR, por sus siglas en inglés) y reservas en dólares.
La Reserva Federal (Fed) cotiza tramposamente sus reservas de oro a un bajísimo precio de 35 dólares la onza: a precio de Bretton Woods de hace 67 años, cuando hoy en el mercado vale cinco veces más. Es probable que EU se guarde un as bajo la manga: ¿regreso al patrón oro? Quienes menos reservas poseen son los integrantes del G-7, a escala individual, menos que México (con excepción de Japón): EU 148 mil 445 mdd (¡sin oro!: 1.01 por ciento de su PIB nominal); Alemania 263 mil 17 mdd (7.10 por ciento del PIB); Japón, el mayor, 1,302,877 mdd (21.27 por ciento del PIB); Francia 185 mil 40 mdd (6.40 por ciento del PIB), e Italia 187,298 mdd (8.19 por ciento).
México ostenta 155 mil 949 millones de dólares (13.2 por ciento del PIB nominal), lo cual es mayor al G-7 (excepto Japón), pero menor a los países asiáticos y petroleros árabes (Arabia Saudita y Argelia). En forma anómala México es el primer productor de plata del mundo, lo cual no sirve para mucho (poquísimo se queda acá) porque beneficia exclusivamente a las depredadoras mineras anglosajonas. El paradigma del saqueo argentífero: Zacatecas, primer productor de plata, es el primer exportador de migrantes.Daddy Bush lanzó la idea de una canasta de materias primas (commodities) para fortalecer al dólar: alimentos, petróleo, oro, uranio, etcétera. No es mala idea: es mejor que contar con oro solamente.
En la vieja economía, antes del modelo financierista-globalizador y su dizque nueva economía, las reservas significaban tres meses de dinero para pagar las importaciones, lo cual es anacrónico. Hoy, después de las crisis financieras (v.gr efecto dragón), en el parasitario modelo financierista monetarista centralbanquista, las reservas de divisas de México sirven a la Fed con tres propósitos: 1) apuntalar el alicaído dólar, 2) sostener el carry trade (género de especulación con los diferenciales de las tasas de interés); y 3) detener algún embate especulativo contrario a los intereses bidireccionales de Wall Street (a veces conviene sostener al peso, a veces lo contrario).
Sin considerar la presente guerra de las divisas (James Rickards dixit), en general, si algún país se atreviese a adoptar una política que no beneficie los intereses de la plutocracia/bancocracia de Wall Street y la City, pues estas poderosas plazas generan ipso facto una hemorrágica fuga de capitales: gozan con el control.
Ante un Congreso emasculado, se suele dar exagerada importancia al Banco de México, que sirve a los intereses supremos de la Fed, por lo que constituye una aberración que se ostente como Banco de México (¡supersic!). ¿Para qué sirven los más de 155 mil millones de dólares de reservas en un país donde la mayoría es miserable? Pues para sostener el parasitario dólar. Tal es el saldo del modelo neoliberal financierista israelí-anglosajón que adoptó en forma masoquista el México neoliberal. En una situación ideal, elMéxico eterno (no el efímero y accidental México neoliberal) debería poseer oro y plata (curioso: a imitación de EU) como sostén monetario y tener dólares suficientes para el comercio, lo cual le brindaría mayor autonomía relativa respecto de los centros del poder financierista de Wall Street y la City. En forma más imaginativa, el México eterno debería crear su canasta de reservas con plata (primer productor del mundo) y sus activos en petróleo para fortalecer su divisa.
El modelo del G-7/OTAN, encabezado por EU, es bancario-financierista, mientras los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) ostentan un modelo economicista basado en las materias primas. México, productor de materias primas y de mediocre infraestructura financiera (ranking 41 en el Índice de Desarrollo Financiero de Davos), ha sido absorbido insensatamente por el modelo financierista de la bancocracia, que lo ha perjudicado a todas luces. El desmantelamiento nacional empezó en El Álamo y se profundizó con el demencial TLCAN; aún no concluye: en espera del golpe final de su incorporación obligada al Comando Norte (que explica, además de las venganzas calderonistas, la decapitación de los generales coincidentemente nacionalistas).
En el México financierista 92 por ciento de la banca nacional (medido por capitalización de mercado) está en manos foráneas. Desde el punto de vista financiero somos un país esclavo de EU, cuya Fed tiene 12 sucursales; 13 si se suma Banco de México. No existe talautonomía exterior de éste: es sólointerna frente a los tres caducos poderes locales. El México eternocayó en la trampa monetarista centralbanquista. Somos esclavos financieros de la Fed. Lo grave radica en que ese modelo está quebrado cuando la deuda de EU es impagable: 14 veces más de lo que propalan. El modelo neoliberal financierista para sostenerse requiere del engaño permanente y la desinformación.
Urge cambiar el modelo. Existen antídotos: empezar por quitar suautonomía interna al Banco de México para que se acople a la economía política del país. Su director –no gobernador(¿de dónde?)– debe ser designado por el Congreso para que asuma sus responsabilidades al unísono del Ejecutivo. El nuevo Banco de Méxicodebe estar supeditado al desarrollo del país, no a las políticas financieristas que sólo benefician a EU y Gran Bretaña.
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