Thursday, September 15, 2011

Búsqueda de la verdad

Búsqueda de la verdad
Angelitos N° 1
Libros.ir
23 de Marzo de 2008


En el Nombre de Dios, El Compasivo, El Misericordioso.

El desarrollo de las creencias a través de las épocas.

Entre los tópicos intelectuales fundamentales que conciernen a la vida humana, las cuestiones religiosas tienen una importancia particular. Estas han sido siempre consideradas de hecho como del más fundamental interés para el bienestar y el destino del hombre y ha producido profundas visiones y amplio conocimiento.

Eruditos e investigadores han emprendido estudios exentos y exhaustivos sobre los orígenes y motivos de la preocupación religiosa del hombre, prosiguiendo con sus investigaciones con un punto de vista y una metodología particulares que gobiernan tanto sus juicios como sus conclusiones.

La verdad es que, desde los más remotos tiempos de la prehistoria, la fe y la creencia siempre han formado parte de la textura de la sociedad humana; ni en el ayer ni en el presente es posible encontrar una sociedad en que los asuntos religiosos no se hayan manifestado. El Sagrado Corán se refiere en distintos versículos al hecho histórico de que constantemente aparecían profetas enviados del cielo en las naciones del pasado, donde además de su influencia espiritual, jugaron un papel fundamental en la formación de la civilización humana. El estudio de la forma en que evolucionó la vida humana y se desarrolló el conocimiento, junto al conocimiento alcanzado en los más distantes horizontes de la historia muestra que el hombre estuvo unido a una creencia religiosa antes de ser plenamente consciente de los métodos de la educación racional. La era del conocimiento y la industrialización humanas no tiene, por lo tanto, primacía sobre las más tempranas eras de la religión y la creencia. Podría pretenderse que el esfuerzo humano en el ámbito de la religion y la creencia, ha sido más arduo y más permanente que sus esfuerzos en el area del conocimiento y el arte, porque el conocimiento de una realidad trascendente, que es la esencia de la existencia del mundo, es más difícil y menos accesible que aquellas cosas que la ciencia y el arte se esfuerzan constantemente por conseguir. La percepción de las grandes verdades es, entonces, imposible sin un examen lógico, deductivo y un estudio exhaustivo. Si entre los pueblos ancestrales encontramos supersticiones y mitos religiosos que eran constantemente fundidos en nuevos moldes debido a la deficiencia y a la debilidad del pensamiento y a las restricciones en el conocimiento, esto no significa que esa religión con su contenido doctrinal sea falsa; por el contrario esto manifiesta la primacía y autonomía de la aspiración religiosa en lo más profundo del alma y el corazón humano. Más aún, desde la ciencia que intenta explorar los tiempos prehistóricos, no podemos esperar descubrir de las religiones ancestrales más que trazas de mitos y supersticiones indescifrables en los vestigios del hombre primitivo que están bajo tierra.

Ya que la actividad y la conducta humanas están siempre acompañadas por dos claras características –primacía y autonomía por un lado, y universalidad entre los miembros de las especies por el otro - parece completamente lógico que ubiquemos el origen de esa conducta y actividad en las profundidades del espíritu humano. La existencia de tales fenómenos en una forma externa y universal a través de la historia y la prehistoria, no puede ser considerada como el efecto de costumbres y hábitos; son la manifestación de un anhelo primordial, un instinto imperativo por buscar la verdad. Todas las creencias religiosas con sus diferentes aspectos y formas, provienen de un único origen, una fuente abundante que es la naturaleza primordial del hombre, que ni es impuesta exteriormente, ni es accidental.

Las profundidades del ser humano lo impulsan a buscar a Dios.

Más allá del complejo sistema de su cuerpo el hombre tiene vastas dimensiones vitales que de ningún modo están confinadas al mecanismo corporal. Para descubrir aquellos aspectos y planos que están más allá de la estructura del cuerpo y la dimensión física del hombre, se deben buscar las estructuras interiores y espirituales del ser humano y percibir los vastos horizontes de su naturaleza intelectual junto a las delicadas y refinadas manifestaciones de sus sentimientos e instintos.

Una de las particularidades psicológicas del hombre es el deseo y la aspiración innatas por conocer la verdad e informarse sobre la realidad. Surge en cada hombre en su misma infancia y se extiende hasta el fin de su vida. La juventud en todo el mundo ha estado exhibiendo una reacción práctica y diciendo enfáticamente que encuentra sus vidas vulgares y sin sentido en los magníficos palacios que han construido para ella.

Los jóvenes quieren saber: Si la gente es generalmente feliz en este magnífico palacio; si el llenar la vida con todo tipo de confort y paseos los llevará a las playas de la alegría; si esta espléndida civilización da alguna importancia al propio hombre; si todas las cosas inventadas para facilitar la vida sirven realmente al hombre o por el contrario dichas cosas se han apropiado de todas las capacidades mentales y físicas del hombre; si esta espléndida civilización, que ha reducido tanto las distancias entre las ciudades, los continentes y los planetas, convirtiéndolo todo en una casa grande, también ha acercado más los corazones de sus habitantes, o si por el contrario, a pesar de la reducción de las distancias, sus corazones se han alejado más, o lo que es peor, ya no poseen corazones y el hombre ahora solamente tiene manos y cerebro dedicados exclusivamente a satisfacer su estómago, a servir a su lujuria y a buscar riquezas o bienes, estatus y otras cosas similares.

Esta búsqueda innata de la verdad, que a veces se denomina sentido de curiosidad, puede estimular al hombre a pensar en los asuntos religiosos, y proponerse conocer la verdad sobre ellos. Por ejemplo: ¿Existe, acaso un ser oculto, no sensible, inmaterial? En caso de que efectivamente exista, ¿hay comunicación entre ese mundo oculto y el mundo material y sensible? En caso de que haya comunicación, ¿existe un ser no sensible que sea el Creador del mundo material? ¿Acaso la existencia del hombre es posible solamente en este cuerpo material, y su existencia se limita a esta vida mundanal, o posee otra vida? En caso de existir otra vida, ¿existe comunicación entre la vida de este mundo y la del otro? En caso de que la comunicación exista, ¿qué clase de fenómenos de este mundo afectan los asuntos del otro? ¿Qué camino o método existe para conocer el programa correcto de vida, un programa que garantice la felicidad y bienestar en ambos mundos? Finalmente: ¿Cuál es ese programa? En suma, ¿es ese instinto de búsqueda de la verdad el primer factor que incentive al hombre a analizar todos los asuntos y a conocer la religión verdadera?

La educación y el medio ambiente están entre las causas que impiden a las percepciones innatas del hombre desplegarse, o por el contrario las refuerzan. Aquéllas que quedaron libres para seguir el rumbo original de su creación sin estas prisiones de los hábitos y cuya naturaleza interior no fue coloreada por palabras y expresiones, son más aptas para oír la llamada de su ser interior y para distinguir las buenas de las malas acciones, y las verdaderas creencias de las falsas. Por otro lado se encuentran aquellos que están atrapados en las leyes de la ciencia y que pueden caer víctimas de la duda y la confusión como resultado de una terminología seductora. Ellos se imaginan que toda la realidad la pueden ver a través de la estrecha abertura de sus sentidos e intelecto, que son presas del color. Por supuesto que no queremos significar que el hombre deba abstenerse de desarrollar un intelecto para salvaguardarse contra la ilusión. Sin embargo no debe limitarse o enorgullecer por su arte y escaso conocimiento. La mayoría de la gente en vez de hacer de su aprendizaje y conocimiento una escala para el ascenso de sus intelectos y elevarlos a un nivel superior, permanecen estancados y prisioneros entre las cuatro paredes de los conceptos y términos.

La naturaleza original del hombre, cuando siente peligro, se precipita en busca de auxilio. Cuando una persona está presionada por la adversidad y por problemas que lo abruman, cuando los factores materiales se vuelven contra él, cuando no tienen acceso a ninguna de las fuentes de la vida y está indefenso como una paja en el torbellino de vicisitudes y la muerte no está sino a un paso, entonces una motivación interior lo guía instintivamente hacia una fuente nomaterial de sustento. Busca la ayuda de alguien cuyo poder es superior a todos los poderes y comprende que es un ser compasivo que puede socorrerlo con su extraordinario poder y salvarlo. Por medio de su percepción busca con toda su fuerza la ayuda del ser más sagrado para que lo salve del peligro y en el santuario de su corazón siente el poder y la fuerza de ese ser trabajando por su salvación.

Algunos psicólogos creen que la adoración a Dios es una aspiración básica e independiente de la naturaleza innata, a la que denominan “sentido religioso”, y que acompañaría a los igualmente básicos “sentido de la búsqueda de la verdad”, “sentido de la belleza” y “sentido de la bondad”. El sentido religioso constituye, entonces, una cuarta dimensión del alma humana.

Estos psicólogos sostienen, basados en testimonios históricos y paleontológicos, que la adoración a Dios existió siempre, bajo una u otra forma, entre los seres humanos, y este mismo hecho (el de ser permanente y universal) es un signo de su carácter innato.

Por supuesto, el hecho de ser una inclinación innata, es decir permanente y universal, no significa que siempre esté viva y despierta en todas las personas, dirigiéndolas conscientemente hacia su objetivo deseado, sino que es posible que, bajo diversas circunstancias, factores del ambiente o entorno y una educación incorrecta, esta inclinación natural permanezca en un estado de adormecimiento e inactividad, o que se desvíe de su rumbo correcto, como vemos que también ocurre con otros instintos.

Según este punto de vista, la búsqueda de la religión tiene motivaciones innatas independientes y no necesita de otras razones o argumentos para confirmarse. Además de las fuentes interiores que son innatas en el hombre y que lo ayudan a descubrir la realidad de tal modo que, libres de toda construcción y constreñimiento mental, avanza en el camino de su naturaleza original, también es necesario el factor externo de guía y amonestación para mostrarle el camino y para reforzar su naturaleza primordial. Esta es la guía que reforma las cualidades rebeldes y protege el intelecto y a la naturaleza original de la perversión y de la obediencia a falsos dioses.

La historia registra numerosos ejemplos de personas que al ser víctimas de dificultades y circunstancias adversas, sacudieron repentinamente el polvo contaminante de sus naturalezas primordiales y de las profundidades de sus almas volcándose hacia el Creador. En muchos acontecimientos históricos puede verse a la religión dominando todas las relaciones. Si la religión no fuera un fenómeno primario debería estar confinada a las cuatro paredes de las motivaciones materiales. Sin embargo ¿qué factor pudo dar a las personalidades religiosas tal firmeza y determinación al procurar sus objetivos religiosos? ¿Fue la expectativa de beneficios materiales y logros personales lo que hizo de las amargas adversidades del infortunio y la dificultad un dulce sabor para sus almas? Por el contrario, vemos que ellos sacrificaron todos sus recursos materiales, prosperidad y deseos personales por ideales y sentimientos religiosos, llegando hasta sacrificar amorosamente sus propias vidas.

En la historia del faraón y sus hechiceros, leemos que aquél convocó a todos sus magos para vencer a Moisés (P), el único que habló con Dios, esperando que con la ingenuidad de éstos y sus poderes mágicos podrían obligarlo a someterse. Pero gracias al poder milagroso conferido a Moisés (P) fueron abrumados los hechiceros y se dirigieron hacia la fe verdadera. El furioso faraón, cuya arrogancia había sido vencida, comenzó a denigrarlos y a amenazarlos, diciéndoles que los castigaría con la peor de las torturas, la separación de sus miembros. Pero una profunda revolución había tenido lugar en el alma de los hechiceros; se mantuvieron firmes y resueltos frente a las amenazas, riéndose del faraón y sus penosas torturas. Replicaron con notable entereza: “Da la orden para torturarnos, tu orden vale sólo para este mundo limitado” (Sagrado Corán 20:63-73)

Esta fue una clara exposición de la fuerza del deseo innato por la verdad y la realidad en el hombre cuando se enfrenta a la superstición, la coerción y la fuerza bruta. La específica inclinación del hombre hacia lo religioso no puede por lo tanto explicarse en términos de interpretaciones materialistas; por el contrario, incidentes como el de los hechiceros demuestran la primacía del sentido religioso en el hombre.

La importancia de la búsqueda de la religión.

Cuando una persona se informa que a lo largo de la historia han existido una serie de hombres destacados, que proclamaban ser enviados del Creador del Universo para dirigir a la humanidad hacia la felicidad en ésta y la otra vida, sin detenerse ante ningún tipo de esfuerzo y sacrificio para la difusión de su mensaje y en la guía de la humanidad; cuando ve que soportaron todo tipo de sufrimientos y dificultades, hasta el sacrificio de su propia vida, en pro de su objetivo, no dejará de sentir tal persona la necesidad de investigar acerca de la religión, del mensaje de esos hombres, para ver si acaso aquello que proclamaban los Profetas es correcto y verdadero y tiene un fundamento lógico o no. Especialmente, se sentirá motivado cuando advierta que la convocatoria de los Profetas contiene buenas nuevas sobre felicidad y mercedes eternas, así como amonestaciones con respecto a desdichas y castigos perpetuos. Significa que acudir a la convocatoria de los Profetas conlleva la posibilidad de obtener beneficios ilimitados, así como su rechazo conduce a perjuicios y castigos eternos. De hecho, la prédica básica de todos los Profetas fue un llamado al monoteísmo, ya que el interior del hombre y su natural anhelo de adoración no son satisfechos recurriendo a objetos externos como esos y, en cambio, deben poner todas sus miras y valores en un arco ascendente hacia el verdadero objeto de adoración. Sus corazones estarán entonces sujetos a una perfección infinita y con una fe siempre ascendente, constantemente avanzada hacia la fuente de todos los valores y virtudes, alcanzando finalmente su objetivo.

Entonces, ¿qué excusa pueden presentar esas personas para justificar su negligencia e indiferencia con respecto a la religión y el no investigar a su respecto? Es posible que algunos, por pereza y comodidad, no quieran soportar la dificultad de averiguar y analizar ese tema, o bien que se nieguen porque la aceptación de la religión conlleva consigo aceptar limitaciones y prohibiciones de algunas cosas que ellos desean “…pero el hombre prefiere continuar siendo corrupto…” (Sagrado Corán 75:5). Estas personas deberán meditar en el grave fin a que los conduce su pereza y egoísmo.

La situación de estas personas es peor que la de un niño que no desea ir al médico por temor a lo desagradable del remedio o del examen del facultativo, exponiéndose así a una muerte segura, ya que el intelecto del niño no tiene un desarrollo suficiente para discernir lo que realmente lo beneficia de lo que lo perjudica. Por el contrario, el hombre adulto y consciente tiene el poder de reflexionar acerca del beneficio y el daño, y discernir entre los placeres efímeros y el castigo eterno. Es por esto que el Sagrado Corán afirma sobre estos negligentes que son peores que los animales, o que están por debajo de las bestias a los ojos de Dios: “…Tienen corazones con los que no comprenden, ojos con los que no ven, oídos con los que no oyen. Son como rebaños. No aún más extraviados. Esos tales son los que no se preocupan” (7:179) y “Los seres peores, para Allah, son los sordomudos, que no razonan” (8:22)

Todas las variedades del politeísmo y la irreligiosidad –con su forma primitiva que es la idolatría y su forma avanzada que es el materialismo – son las resultantes del desvío de la naturaleza original del hombre.

El papel que cumple el sentido religioso en el desarrollo y progreso de una elevada moral y virtud en el hombre, es innegable. Aquellos que siguen los dictados de la religión, aprecian como uno de sus deberes religiosos más importantes, controlar sus instintos y adquirir atributos elevados y sobresalientes. Los psicólogos creen que hay una conexión entre la crisis de madurez y el repentino surgimiento de los sentimientos religiosos. En este período de la vida, aún en personas que anteriormente habían sido indiferentes en los temas religiosos, el sentido religioso adquiere especial intensidad.

No hay ninguna duda de que el llamado interior se manifiesta de tal manera que ningún obstáculo puede bloquear su camino. Sin embargo ciertos factores, tales como la propaganda adversa, pueden entorpecer el crecimiento y el desarrollo del sentimiento interior y del correcto pensamiento, si bien tales influencias negativas no pueden causar un total desarraigo de las tendencias naturales. Si tales obstáculos son eliminados, los instintos sanos profundizan su actividad desplegándose gracias a su esfuerzo creativo interno.

Sabemos que ha pasado más de medio siglo desde la revolución comunista en la Unión Soviética, pero las raíces de la religión viven todavía en lo profundo de las almas de muchos ciudadanos soviéticos. A pesar de todos los esfuerzos por parte de los gobernantes para destruir la religión, fueron incapaces de eliminar el sentimiento religioso del pueblo. La existencia de ideas materialistas en el mundo, no contradice el hecho de que la ciencia en Dios es natural en el hombre. Si una cierta ideología abandona el camino de la naturaleza original, constituyendo así una excepción entre sus pares, tanto en el presente como en el pasado, esto no puede considerarse como refutando la discusión de que la creencia en Dios es innata en el hombre; existen excepciones en todos los ámbitos.

Conclusión:

La inclinación hacia la religión y la creencia en Dios derivan, en sus etapas iniciales, de cuestiones instintivas y percepciones innatas, pero luego se desarrollan y evolucionan con la ayuda del raciocinio y la reflexión. Las raíces del sentimiento innato en la naturaleza del hombre son tan profundas y al mismo tiempo tan claras y evidentes, que si una persona depura su mente y su espíritu tanto de conceptos religiosos como de pensamientos anti-religiosos y luego mira hacia sí mismo y hacia el mundo de la existencia, podrá ver claramente que se está moviendo en una cierta dirección junto a toda una caravana de seres. Sin que medie ningún deseo o voluntad de su parte comienza su vida en cierto punto y nuevamente, sin proponérselo avanza hacia otro punto que le es desconocido. La misma realidad puede observarse en todas las criaturas de la naturaleza actuando en una forma precisa y ordenada.

Si un hombre de visión clara, que está aún es el estado puro de su naturaleza mira las circunstancias que lo rodean, podrá sentir claramente la existencia de una gran fuerza que lo envuelve a él y al mundo todo. En su propio ser, que es una porción extremadamente pequeña del gran mundo, verá conocimiento, poder y voluntad de vivir, y se preguntará a sí mismo como es que dichos conocimientos, poder y voluntad podrían no existir en el mundo como totalidad. Es el orden perfectamente calculado y el movimiento del mundo lo que impulsa al hombre a aceptar la existencia de un intelecto universal que, extendiéndose más allá del mundo de la naturaleza, sin embargo la diseña y comanda; a menos que se acepte esto, el ordenamiento del mundo no puede ser explicado. Quienquiera que pondere su posición en el mundo puede percibir que hay un poder que lo ha creado, lo puso en este plano, le dio movimiento y luego suavemente lo retira sin que su permiso o ayuda sea requerida para ello.

Imam As-Sayyad (la paz sea con él) dijo: “La alabanza sea para Dios, Quien ha escogido para nosotros las bellezas de la creación, nos ha proporcionado los deliciosos sustentos y ha establecido para nosotros la superioridad a través del dominio de toda la creación. Debido a eso, toda Su creación nos acata gracias a Su poder, y deben obedecernos gracias a Su gloria.

Imam as-Sayyad, el cuarto de los Inmaculados Imames (P) en una de sus súplicas del Sahifatus-Sayyadiiah dice: “La alabanza sea con Dios, Quien ha formado en nuestros cuerpos los instrumentos para abrir y cerrar nuestros miembros; nos ha hecho disfrutar de la tranquilidad de la vida; nos ha alimentado con sustentos agradables; nos ha enriquecido con Su favor y nos ha alegrado con Su gracia. Luego, nos ha prescrito determinadas ordenes y mandatos para probar si obedecíamos o no, y no ha puesto límites para comprobar si agradecíamos o no. Pero nosotros nos hemos desviado del sendero de Su orden, cabalgando sobre la montura de lo que nos ha vedado. A pesar de todo, Él no se apresuró en Su castigo ni en Su venganza contra nosotros. Por el contrario, gracias a Su misericordia nos ha concedido tiempo generosamente y por Su amabilidad espera nuestro retorno con benevolencia.”

Recopilado de las siguientes obras: Los Fundamentos de la Doctrina Islámica, Sayyid Mujtaba Musavi Lari. Enseñanza de la Doctrina Islámica, Muhammad Taqi Misbah. Introducción a la Filosofía del Islam, Muhammad Husain Beheshti, Muhammad Yauad Bahanar.

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http://libros.ir/libros/Biblioteca%20Islamica/Revistas%20y%20articulos%20de%20temas%20diversos%20(48)/Busqueda%20de%20la%20verdad.pdf

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