Sunday, September 25, 2011

LA CREENCIA ISLÁMICA (VI)

LA CREENCIA ISLÁMICA (VI)
A la luz de la escuela de Ahl-ul Bait (p)
Por Aiatul•lah Ya'far Subhânî
Traducción del árabe: Shaij Feisal Morhell
El Mensaje de Az-Zaqalain
Año V, N° 17, Artículo N° 2
Libros.ir
Rayab 1421 / Septiembre 2000


Quinta Parte: La profecía general

Las pruebas de la necesidad de la profecía

Quincuagésimo cuarto principio: El envío de los mensajeros divinos para guiar y encaminar.

Dios, el Prudente, eligió a algunos hombres probos para guiar y orientar a la humanidad, haciéndolos responsables de hacer llegar Su mensaje a todos los miembros de la especie humana. Estos hombres son los profetas y mensajeros por cuyo medio fluyó la gracia de la guía de parte de Dios, Glorificado Sea, a Sus siervos.

Esa gracia bendita comenzó con la revelación de parte de Dios, desde que el género humano llegó a estar preparado para aprovecharse de ella, hasta la época del Gran Mensajero del Islam (BP).

Debemos saber que la religión de cada uno de los profetas se considera como la más completa en relación a su época, y su legislación como la más íntegra. Si esa gracia divina no se hubiera prolongado, la humanidad no hubie-ra alcanzado su nivel de perfección.

Desde que la creación del ser humano conforma un acto de Dios, el Prudente, entonces necesariamente ello tiene un objetivo, un propósito, y considerando que la constitución humana, además de los instintos que le son comunes con los animales, está compuesta de intelecto y razón, entonces su creación necesariamente debe tener un propósito razonable y un objetivo lógico.

Por otro lado, si bien el intelecto del ser humano influye e incluso es necesario para transitar el camino de la perfección, no es suficiente para ello; y si en su procura de orientación el ser humano se contenta con valerse de su intelecto y razón, nunca llegará a conocer el camino de la perfección de una forma completa. A modo de ejemplo mencionamos la cuestión del “Origen” (esto es, la creencia en Dios) y el “Retorno” (esto es, la creencia en el Más Allá), la cual conforma una de las cuestiones más importantes del pensamiento humano. La humanidad quiere saber de dónde vino, por qué vino y a dónde va; pero el intelecto y la razón por sí solos no brindan una respuesta correcta y suficiente para esta cuestión. Un claro testimonio de ello es que a pesar de todo el desarrollo y progreso del que ha sido objeto en los ámbitos de la ciencia, todavía gran parte de la humanidad continua adorando ídolos.

La impotencia del intelecto y el conocimiento humano no se restringe al tema de “el Origen y el Retorno”, sino que el ser humano no puede elegir el camino conveniente en muchos aspectos fundamentales de la vida.

Los diferentes y contra-puestos enfoques de la humanidad en cuestiones económicas, morales, familiares y de otra índole, son una señal de su incapacidad para realizar una correcta comprensión de esos asuntos, y es por eso mismo que vemos cómo han surgido escuelas de pensamiento contrapuestas entre sí.

En consideración a todo esto, el sano razonamiento juzga que, como lo implica la Prudencia Divina, deben ser enviados educadores y líderes divinos para que enseñen a la humanidad el recto camino de la vida.

Aquellos que suponen que las “indicaciones lógicas” pueden suplir a las “indicaciones celestiales” deben tener en cuenta dos cosas:

1- El intelecto y la ciencia humana son incapaces de lograr un conocimiento total del mismo ser humano y del pasado y futuro de su marcha existencial, mientras que, en base al juicio de que cada hacedor conoce su realización, el Creador del género humano está completamente informado del ser humano y sus diferentes dimensiones y secretos existenciales. Es a esto mismo que se refiere el Sagrado Corán cuando dice:

«¿Acaso no ha de saber Quien ha creado, y es el Benévolo, el Informado?»

2- Puesto que lo implica su instinto de supervivencia dispuesto en su constitución, consciente o inconscientemente, continuamente se encuentra procurando su conveniencia personal, por lo que no puede verse completamente libre de considerar una conveniencia personal o grupal en sus planes y proyectos. Por lo tanto, es natural que los planes humanos no puedan ser catalogados como totalmente englobadores, mientras que los programas de los Profetas y Mensajeros divinos, al provenir de parte de Dios, el Sapientísimo, se encuentran exentos de tal carencia.

Considerando estos dos puntos, se puede decir –en forma categórica- que la humanidad nunca fue, ni jamás será independiente de la orientación divina y los proyectos de los profetas, sino que permanentemente necesita de ello.

El Sagrado Corán y los Objetivos de la Profecía

Quincuagésimo quinto principio: El objetivo del envío de los profetas es el fortalecimiento de los principios de la unicidad.

En el principio anterior nos hemos familiarizado con los indicios lógicos de la necesidad del envío de los profetas. A continuación analizaremos la necesidad de la profecía considerando los objetivos de ello desde la perspectiva del Sagrado Corán y las nobles narraciones, si bien el análisis coránico al respecto es en realidad un tipo de análisis lógico.

El Sagrado Corán resume los objetivos del envío de los profetas en los siguientes asuntos:

1- Fortalecer los principios de la unicidad y repeler cualquier tipo de desvío a este respecto. Dice el Sagrado Corán:

«Por cierto que hemos enviado a toda comunidad un mensajero, de forma que (dijeran): ¡Adorad a Dios y alejaos del Tagût!»

Dijo el Imam Amîr Al-Mu’minîn ‘Alî (P) respecto al porqué del envío de los profetas:

“… Para que los siervos conocieran a su Señor al haberle ignorado, para que le reconocieran luego de haberle negado, y le ratificaran luego de haber renegado de Él...”

2- Familiarizar a las personas con los conceptos y mensajes divinos y con el camino de la auto-purificación; es así que dice:

«Él es Quien envió entre los iletrados un Mensajero de entre ellos, que les recita sus aleyas, les purifica y les enseña el Libro y la Prudencia»

3- Establecer la Equidad en la sociedad humana. Es así que expresa:

«Por cierto que hemos enviado a nuestros mensajeros con las evidencias, e hicimos descender con ellos la Escritura y la balanza, para que la gente establezca la equidad»

Es obvio que establecer la equidad depende del hecho que la gente conozca todas las dimensiones y ámbitos de la justicia, así como también depende que ello se concrete a través de un gobierno divino.

4- Juzgar en los pleitos y solucionar las diferencias. Dice:

«La gente constituía una sola comunidad, luego Dios envió a los profetas como albriciadores y amonestadores, e hizo descender con ellos el Libro mediante la verdad, para que juzgara entre la gente en aquello en lo cual discreparan»

Es evidente que las diferencias entre la gente no se restringen al ámbito de lo doctrinal, sino que abarcan los diferentes asuntos de la vida.

5- Proporcionar a los siervos los indicios suficientes que no dejan lugar para alegar pretexto alguno:

«Mensajeros albriciadores y amonestadores, de manera que la gente no pudiera alegar ante Dios ningún pretexto luego de los mensajeros. Dios es Poderoso, Prudente»

Indiscutiblemente Dios, Glorificado Sea, tiene un objetivo detrás de la creación del ser humano, y ese objetivo solo se concreta a través de la disposición de un completo programa para la totalidad de los asuntos de la humanidad, y tal programa debe llegar a manos de la humanidad, de forma que se proporcionen las pruebas suficientes que no dejen lugar a excusa para la gente, y nadie pueda decir: “yo no conocía el programa correcto de vida”.

Las Vías para reconocer a los Profetas

Quincuagésimo sexto principio:

La naturaleza primigenia de la humanidad juzga que el ser humano no acepte sin pruebas ninguna afirmación. Aquél que acepta algo o lo presupone sin pruebas, está contrariando su naturaleza humana.

La afirmación de ser profeta es la mayor invocación que puede realizar una persona. Es evidente que para demostrar tremenda pretensión debe exponer pruebas contundentes al respecto. Esa prueba puede ser una de las tres cuestiones siguientes:

1- Que haya sido estipulado claramente por un profeta anterior cuya profecía haya sido categóricamente establecida, así como el Profeta Jesús (P) anunció y dio albricias de la profecía de Muhammad, el sello de los Profetas.

2- Que los diferentes signos y evidencias testimonien la veracidad de su prédica. Es posible inferir esos signos y evidencias a través de: analizar la historia de su vida, el contenido de su prédica, las personalidades que creyeron en él, y asimismo el método de su prédica.

3- Presentar milagros. Esto es, junto a su invocación de ser profeta, ha de realizar un hecho extraordinario y desafiar a los demás a realizar algo similar, y esa acción debe armonizar con su prédica.

Las dos primeras vías no son generales, mientras que la tercera sí lo es, y a lo largo de la historia de los profetas, la humanidad se ha valido de esta vía, y asimismo los profetas la han usado para demostrar su prédica.

Quincuagésimo séptimo principio: El vínculo lógico entre la prédica de los profetas y los milagros.

Existe un vínculo lógico entre el milagro y la verificación de la invocación de ser profeta, puesto que si es que aquél que presenta el milagro es veraz en su invocación, naturalmente se verifica su asunto; y suponiendo que mintiera al invocar la profecía, no sería congruente que Dios, el Prudente, Quien se preocupa por la guía de Sus siervos, suministrara la capacidad de realizar milagros a quien falsamente invoca la profecía, ya que de esa manera la gente creería en él al observar su poder de realizar algo extraordinario y actuaría en base a sus palabras, por lo que ello acarrearía el extravío de la gente, y sin lugar a dudas eso contrariaría la Justicia y Prudencia divina.

Esta cuestión conforma el tema de una de las derivaciones del tópico de “lo racionalmente bueno y malo”, lo cual ya fue tratado con anterioridad.

Quincuagésimo octavo principio: La diferencia entre el “milagro” y el “don” o “carisma”.

La realización de un acto sorprendente asociado a la invocación de ser profeta y al hecho de que armonice con ello, recibe la denominación de “milagro” (mu‘yizah). Pero si un acto sorprendente surge de un siervo virtuoso de Dios que no invoca la profecía, ello se denomina “carisma” (karâmah).

Testimonio de que siervos virtuosos de Dios fuera de los profetas pueden realizar actos extraordinarios, es el descenso de una mesa servida desde los cielos para María (P), así como el traslado del trono de la reina de Saba en un solo momento desde el Yemen hasta Palestina, realizado por Âsif Ibn Barjiâ, uno de los más exponentes compañeros del profeta Salomón (P). El Sagrado Corán ha informado acerca de esos dos sucesos. Respecto a María (P) dice:

«Cada vez que Zacarías llegaba a verla en el nicho (del templo) encontraba con ella alimento. Dijo: “¡Oh Mariam! ¿De dónde viene esto?” Dijo: “¡Proviene de Dios!”»

Respecto al trono de la reina Balquís dice lo siguiente:

«Dijo aquel que poseía un conocimiento del Libro: “Yo te lo traeré antes de que parpadees.” Cuando lo vio situado junto a él dijo: “¡Esto es de la gracia de mi Señor!”»

Quincuagésimo noveno principio: La diferencia entre los milagros y la brujería.

La diferencia entre el milagro y cualquier otro acto extraordinario se resume en los siguientes puntos:

1- No es factible de ser aprendido o enseñado: El poseedor del milagro lo realiza sin haberlo aprendido, mientras que los demás actos extraordinarios son producto de una serie de enseñanzas y ejercicios.

Luego de transcurrir el período de su juventud, el Profeta Moisés (P) volvió a Egipto. En medio del camino recibió la profecía y le fue dicho: “¡Oh Moisés! Arroja tu báculo”, y he ahí que su báculo se convirtió en una gran serpiente, de manera que el mismo Moisés se asustó por ello. También le fue dicho: “Introduce tu mano en tu pecho” y cuando la sacó he ahí que iluminaba intensamente, de forma que deslumbraba los ojos.

2- No es factible de ser contrapuesto: Esto es así ya que el milagro surge del Poder Absoluto e Infinito de Dios, por lo que es imposible que otra cosa se le contraponga, o que se pueda realizar algo semejante; en tanto que es posible enfrentar la brujería y la prestidigitación, y otras cosas similares que realizan aquellos que con la práctica llegan a realizar cosas sorprendentes; y esto es así ya que surge del poder humano limitado y extinguible.

3- El desafío: El que presenta el milagro desafía a los demás a que lo confronten con algo semejante, mientras que es posible confrontar y presentar algo semejante a lo que realizan quienes practican la brujería y aquellos que mediante ejercicios austeros llegan a realizar actos sorprendentes (como los faquires de la India).

4- No es limitado a un tipo de acto en particular: Los milagros de los profetas (P) no se restringen a uno o dos tipos, sino que son tan diferentes y variados, que no es posible señalar un denominador común entre los mismos.

Por ejemplo, ¿qué tiene que ver el hecho de arrojar un báculo y convertirlo en una serpiente con introducir la mano en el pecho y sacarla blanca y resplandeciente? Asimismo, ¿qué tienen que ver estos dos milagros con el hecho de hacer brotar el agua de las piedras mediante el golpe de un báculo? ¿En qué se relacionan los milagros mencionados con separar las aguas del mar y abrir caminos secos en el mismo con el sólo golpe de un báculo?

Leemos que Jesús (P) hizo del barro la forma de un pájaro, luego sopló en ella y, con la anuencia de Dios, se convirtió en un pájaro real. Así también leemos que él curaba a los ciegos y a los leprosos con el mero hecho de pasar la mano por sus rostros, que revelaba lo que la gente acumulaba en sus casas, y muchos otros milagros.

5- Fundamentalmente, aquellos que obran milagros y son dotados de carisma, se diferencian de los hechiceros que realizan cosas insólitas, en cuanto al objetivo y la espiritualidad. El primer grupo se propone objetivos trascendentes y preciados propósitos, mientras que el segundo grupo se propone objetivos mundanales. Naturalmente, los dos grupos se diferencian en lo que hace a la moral.

La Revelación y la Profecía

Sexagésimo principio: El vínculo entre el profeta y el mundo del Más Allá.

En el principio anterior dejamos en claro las vías para reconocer al profeta verdadero y distinguirlo de los que falsamente invocan la profecía. Ahora debemos estudiar la vía por medio de la cual los profetas se comunican con el mundo celestial, es decir, la forma en que se produce la “revelación”.

La revelación, la cual es la vía más importante mediante la cual el profeta se comunica con el mundo celestial, no se origina del instinto o del intelecto, sino que es un conocimiento especial que Dios, Glorificado Sea, provee a los profetas en particular, para que anuncien los mensajes divinos a la humanidad.

El Sagrado Corán describe la revelación diciendo:

«Lo hizo descender el espíritu fiel (Gabriel) * sobre tu corazón…»

Esta aleya nos expone que el conocimiento que los profetas poseen de los mensajes divinos no es producto de la utilización de medios como los sentidos exteriores o algo similar, sino que es el Ángel de la Revelación el que lo hace descender sobre el corazón del profeta.

En base a esto, no es posible analizar la realidad de la revelación con los criterios normales. En realidad, el descenso de la revelación es una de las manifestaciones del mundo celestial en el cual se debe tener fe, a pesar de que no tengamos en claro la realidad de ese fenómeno; como dice el Sagrado Corán:

«…Aquellos que creen en lo oculto…»

Sexagésimo primer principio: La revelación no es producto de la genialidad y razonamiento particular de los profetas.

Aquellos que quieren comparar todas las cosas y explicarlas mediante los criterios mundanos y los medios sensoriales, y que pretenden verter las realidades celestiales en moldes sensoriales, explican el fenómeno de la revelación de diversas maneras, todas ellas falsas según nuestra perspectiva. A continuación evaluaremos esas explicaciones y análisis desde diferentes puntos de vista:

1- Hay un grupo que considera a los profetas como talentosos genios de la humanidad, y consideran la revelación como resultado de su razonamiento personal, y producto de la actividad de sus sentidos internos. Para este grupo, la realidad del “espíritu fiel” es el “espíritu” de esos brillantes talentos y sus puras y elevadas almas, y asimismo las escrituras celestiales no son más que sus propios pensamientos y nociones elevados.

Este tipo de interpretaciones y análisis del fenómeno de la revelación, no es más que el deslumbre por la moderna ciencia experimental la cual solo se basa en los métodos sensoriales como medio para explicar las realidades de la existencia. El gran problema de esta hipótesis es su contraposición a lo dicho por los profetas y mensajeros divinos. Sobre dicha base, la interpretación anterior implica atribuir la mentira a los profetas, y eso es algo que no es propio de su elevada posición y digna jerarquía, honestidad y virtud que la historia acreditada nos transmite.

En otras palabras, los reformadores se dividen en dos tipos: reformadores que atribuyen sus programas a Dios, y reformadores que los atribuyen a sí mismos y los exponen ante la sociedad como si ello fuera el producto de su propio intelecto y razonamiento. Puede llegar a ser que ambos tipos sean honestos y se caractericen con la veracidad y lo bueno. Así, no es posible considerar estos dos tipos de personas reformadoras como uno solo.

2- Partiendo de la misma motivación mencionada en la hipótesis anterior, hay otro grupo que considera la revelación como producto de la manifestación de estados espirituales en el profeta. Según este grupo, a causa de su fe y temor a Dios, y en base a la abundante adoración del profeta a Dios, éste alcanza un grado en el cual encuentra en sí mismo una serie de realidades elevadas y se imagina que le fueron provistas de un mundo oculto, siendo que esas realidades que ha adquirido no surgen más que de su interior. Los que sostienen esta hipótesis dicen: “Nosotros no dudamos en absoluto de la veracidad de los profetas, sino que creemos que ellos han advertido elevadas realidades, solo que el punto de discusión es la fuente de esas realidades elevadas. De esta manera, los profetas se imaginan que la fuente de esas realidades es el mundo de lo oculto, el cual se encuentra fuera del mundo material, en tanto que la fuente de ello son ellos mismos y no otra cosa.”

Esta hipótesis, no es totalmente nueva, sino que en realidad es un renovado planteamiento de una de las hipótesis sobre la revelación que eran planteadas en la época pre-islámica, sólo que presentada en un nuevo ropaje.

Lo que esta hipótesis concluye es que la revelación no es sino producto de la imaginación y reflexión de los profetas y su profundización en sus propias almas, y a causa de meditar mucho en Dios, adorarle y pensar en la reforma de su comunidad y allegados, ellos han materializado esas realidades delante de sus ojos, y supusieron que eso les fue inculcado de un mundo oculto.

De alguna forma, ésta es la misma conjetura sobre la revelación de los árabes pre-islámicos de la época de la ignorancia, quienes decían:

«…Pero dijeron: “Son una confusión de sueños”»

El Sagrado Corán refuta esa hipótesis con vehemencia, y pone énfasis en el hecho de que el Profeta (BP) es veraz en su invocación y su visión del Ángel de la Revelación, y que no se equivocan ni su corazón ni su vista; dice:

«El corazón no ha desmentido lo que ha visto»

«No se ha desviado su vista ni se ha extralimitado»

Esto quiere decir que el Profeta (BP) vio realmente al Ángel de la Revelación, tanto con el ojo externo como con el ojo del corazón, tanto en forma manifiesta como en forma interior.

La Condición Inmaculada de los Profetas

Sexagésimo segundo principio: Los niveles de impecabilidad de los profetas.

La impecabilidad significa la condición de inmaculado, poseyendo esto niveles en la profecía, a saber:

1- La impecabilidad en lo referente a recibir la revelación y anunciarla.

2- La impecabilidad respecto a la desobediencia y el pecado.

3- La impecabilidad respecto de cualquier error en los asuntos individuales y sociales.

La impecabilidad de los profetas en el primer nivel es objeto de concordancia para todos, ya que la posibilidad de error y confusión en este nivel influye en la credibilidad de la gente, y provoca que no confíen en sus anuncios y palabras, por lo que finalmente se anula el propósito de la profecía

Además de esto, el Sagrado Corán dice claramente que Dios dispone al profeta bajo Su completa protección y lo mantiene indemne para que anuncie la revelación divina de una forma correcta; es así que dice:

«Es el Conocedor de lo oculto, no manifiesta su secreto a nadie ` más que a aquel de quien se complace como profeta, que ciertamente que le dispone una vigilancia (de ángeles) por delante y por detrás ` para saber si han anunciado los mensajes de su Señor. Él abarca todo lo que les concierne, y ha computado el número de todas las cosas»

En esta aleya el Sagrado Corán menciona dos tipos de protección para mantener indemne la revelación:

1- Los ángeles que circundan al profeta desde todo ángulo y aspecto.

2- Dios Mismo, Quien controla a los ángeles y al profeta.

La causa de esta completa vigilancia es materializar el propósito de la profecía, que es hacer llegar la revelación a la humanidad.

Sexagésimo tercer principio: La impecabilidad de los profetas respecto de cualquier desobediencia o pecado.

Los profetas y mensajeros de Dios son completamente inmaculados del pecado y los errores, en lo referente a las normas de la shari‘ah. Fundamentalmente el propósito del envío de los profetas se materializa si éstos gozan de tal impecabilidad, puesto que si no observan las normas divinas que les fue encomendado anunciar a la gente, no habría confianza en sus palabras, y de esa manera no se concretaría el objetivo de su envío.

El Muhaqqiq At-Tûsî señala este argumento en resumidas palabras de la siguiente manera: “Es imprescindible la impecabilidad en el profeta para que se logre la confianza y se alcance el objetivo”.

La impecabilidad de los profetas respecto de la desobediencia es un asunto enfatizado por el Sagrado Corán en diferentes aleyas, algunas de las cuales citamos a continuación:

1- El Sagrado Corán considera a los profetas como personas guiadas y elegidas por parte de Dios, Glorificado Sea:

«... Y les elegimos y les guiamos hacia el sendero recto...»

2- El Sagrado Corán nos recuerda que aquel a quien Dios guía, no podrá ser desviado por nadie. Dice:

«Aquel a quien Dios guía no tendrá quién le desvíe»

3- Considera la desobediencia como extravío:

«Ha extraviado a muchísimos de vosotros»

De estas aleyas inferimos que los profetas son inmaculados respecto de cualquier tipo de extravío, e indemnes de cualquier forma de desobediencia.

El argumento lógico que expusimos anteriormente sobre la impecabilidad de los profetas, indica también su impecabilidad antes de su envío como tales, puesto que el ser humano que ha pasado parte de su vida en medio del pecado y la desobediencia, si luego enarbola la bandera de la guía y la orientación, no le será posible lograr la confianza de las personas, a diferencia de aquel cuya vida ha transcurrido sin haber sido salpicada por desliz alguno, ya que éste puede fácilmente atraer la confianza de la gente. Además, en tal caso los denigradores del mensaje divino podrían fácilmente desautorizar al profeta mediante el hecho de hacer hincapié en su pasado y de esa manera mancillar su persona y su mensaje.

Aquel que, a causa de haber podido tener una vida pura y recta en medio de una atmósfera corrupta, es llamado “Muhammad El Fiel”, es la única persona que, mediante su elevada y pura personalidad, puede apartar los velos de la maliciosa propaganda hostil, desbaratar las pretensiones de sus enemigos y opositores al mensaje divino, e iluminar paulatinamente la oscura atmósfera de la ignorancia pre-islámica mediante su sorprendente resistencia.

Además, es evidente que una persona que ha sido inmaculada desde el comienzo de su vida, es mejor que otra en quien se ha manifestado el atributo de inmaculada solo a partir del momento en que fue designada profeta; asimismo, es indudable que su papel orientador es mucho más fuerte, y la sapiencia divina implica elegir al mejor individuo y al más perfecto.

Sexagésimo cuarto principio: Los profetas son inmaculados de cualquier equivocación.

Los profetas, además de su condición de inmaculados del pecado, son asimismo inmaculados en los siguientes asuntos:

1- Al juzgar en los pleitos y al solucionar las diferencias. Si bien el profeta es comisionado para juzgar de acuerdo a las evidencias presentadas por el demandante, o en base al juramento de negación del acusado, en el caso que la evidencia esté errada o se haya mentido en el juramento, a él no le es velada la verdad, a pesar de que no le es dictaminado juzgar en base a ella a causa de los beneficios sociales de actuar en conformidad a los criterios y regulaciones estipuladas divinamente.

2- Al determinar los temas de las normas religiosas, como por ejemplo en el caso de un líquido que no se sabe si es un embriagante o no.

3- En las cuestiones cotidianas de la vida.

La necesidad de que los profetas sean inmaculados en relación a los asuntos mencionados, surge del hecho que equivocarse en estos ámbitos implica el error en el ámbito de las normas religiosas, y por consiguiente, el error en estos asuntos va en detrimento de la confianza de la gente en la persona del profeta, y al final ello menoscaba el propósito del envío de los profetas, si bien la exigencia de la infalibilidad en los dos primeros asuntos es más obvia que en el último.

Sexagésimo quinto principio: Los profetas están exentos de las enfermedades que provocan aversión.

Entre los niveles de la condición de inmaculados de los profetas está el hecho de que ellos no sean objeto de asuntos que provoquen la aversión de la gente y que les aleje de los mismos. Todos sabemos que algunas enfermedades corporales, o algunos estados anímicos indican una naturaleza despreciable y una vil personalidad, lo cual acarrea la aversión y el alejamiento de las personas.

Es por eso que los profetas deben encontrarse libres de ese tipo de defectos corporales y psíquicos, puesto que la aversión de la gente se contrapone con el propósito del envío de los profetas, que es anunciar por su intermedio los mensajes divinos.

Así también recordamos que aquí “juicio del intelecto” tiene el sentido de descubrir una realidad, y que en este caso es que, considerando la sapiencia de Dios, Él debe elegir para la profecía a quien se encuentre exento de este tipo de defectos.

Sexagésimo sexto principio: Un estudio sobre las aleyas que indicarían la ausencia de infalibilidad.

Nos hemos familiarizado con el categórico juicio del intelecto y el claro dictamen del Sagrado Corán respecto a la infalibilidad de los profetas, solo que a este respecto existen algunas aleyas que en apariencia indicarían que algunos profetas cometieron pecado y desobediencia, como por ejemplo las relacionadas al profeta Adán (P) y otros. ¿Qué se puede decir sobre esto?

Primeramente debemos decir que, por supuesto, desde que no hay contradicción en absoluto en el Sagrado Corán, debemos inferir el real significado de las aleyas en base a los indicios existentes en las mismas. Es por eso que en estas cuestiones, el aspecto lingüístico superficial no puede constituir el criterio para emitir un juicio apresurado. Afortunadamente, los grandes teólogos y exegetas coránicos de la shî‘ah han procedido a explicar estas aleyas, e incluso algunos de ellos han escrito libros que tratan este tema en forma independiente. Desde que la explicación de estas aleyas implica que sean tratadas una por una, ello escapa a este ensayo, por lo que delegamos a los lectores referirse a los libros mencionados al pié de la página.

Sexagésimo séptimo principio: La fuente y causa de la Infalibilidad.

Es posible resumir la fuente de la infalibilidad en dos puntos:

1- Desde que los profetas gozan de un amplio conocimiento sobre Dios, Glorificado Sea, nunca cambiarían Su beneplácito por otra cosa. En otras palabras, la profunda percepción que poseen de la grandeza de Dios y de los atributos de perfección divinos, les impide sentirse atraídos hacia otra cosa fuera de la Verdad Absoluta, y de pensar en otra cosa fuera de Él. Este nivel de conocimiento es ese mismo señalado por Amîr Al-Mu’minîn ‘Alî (P) al decir: “No he visto nada sin haber visto a Dios antes que ello, después de ello y junto con ello”. A este respecto dijo el Imam As-Sâdiq (P): “... en cambio yo le adoro por amor a Él, y esa es la adoración de los dignos”.

2- El hecho de que los profetas estén completamente informados de los resultados y frutos de la obediencia a Dios, y de las funestas consecuencias de la desobediencia, es causa de que se encuentren indemnes de contrariar la orden divina. Si bien la infalibilidad absoluta es privativa de un grupo en particular de personas bendecidas por Dios, es posible que algunos creyentes piadosos se vean exentos de cometer desobediencia en gran parte de sus actos, de manera que el individuo temeroso de Dios, por ejemplo, no proceda a perpetrar suicidio o a matar a un inocente. Incluso algunas personas comunes están indemnes de la perpetración de algunas faltas, a modo de ejemplo, ninguna persona en su sano juicio procede a tocar un cable pelado de electricidad por el cual está circulando la corriente eléctrica. Es evidente que la indemnidad en casos como éste, surge del conocimiento categórico del resultado de cometer ese error. Si un conocimiento tal fuera alcanzado por la persona en lo concerniente a las peligrosas consecuencias de los pecados, eso con seguridad ocasionaría que la persona estuviera indemne de perpetrar pecados.

Sexagésimo octavo principio: No hay incompatibilidad entre la infalibilidad y la libre elección.

Considerando la fuente de la Infalibilidad, recordamos que ésta no es incompatible con la libre elección y voluntad del inmaculado, sino que la persona inmaculada, con el conocimiento completo que posee de Dios y de los efectos de la obediencia y la desobediencia, le es posible cometer desobediencia, a pesar de no utilizar nunca ese poder; es similar al caso de un padre tierno que tiene la capacidad de matar a su propio hijo, pero que jamás llega a hacer eso.

Un ejemplo más claro es el hecho de que de Dios no surge ninguna acción improcedente, y si bien tiene el poder absoluto para introducir a los bienhechores y obedientes en el infierno, o de introducir a los desobedientes en el paraíso, Su Justicia y Prudencia le impiden realizar ello.

Con esta explicación queda en claro que dejar de lado la desobediencia y aferrarse a la obediencia a Dios y a Su adoración, conforman dos grandes orgullos para los profetas, puesto que ellos a pesar de tener el poder para no actuar en base a la obediencia y de perpetrar actos de desobediencia, no lo hacen por propia voluntad y albedrío.

Sexagésimo noveno principio: La condición de inmaculado no necesariamente implica ser profeta.

Al tiempo que nosotros creemos en la condición de inmaculados de todos los profetas divinos, no sostenemos que necesariamente una persona infalible deba ser profeta, ya que es posible que una persona sea inmaculada pero no sea profeta. He ahí que el Sagrado Corán dice lo siguiente respecto a María (P):

«¡Oh María! Por cierto que Dios te ha elegido y purificado, y te ha elegido por sobre las mujeres del Universo».

Desde que el Sagrado Corán utiliza la expresión “elegido”, queda en claro que ella era inmaculada, puesto que el mismo término es utilizado respecto a los profetas:

«Por cierto que Dios eligió a Adán, Noé, a la familia de Abraham, y a la familia de ‘Imrân por sobre los seres del universo».

Además, en la aleya mencionada se habla sobre la purificación de María (P), y ello se refiere a la purificación respecto a cualquier tipo de impureza y desobediencia, y no solamente se propone refutar aquello con lo que la acusaron los judíos a causa del nacimiento de Jesús (P), puesto que la exoneración de María respecto de tal pecado fue demostrada en los primeros días del nacimiento de Jesús (P), al hablar el niño en la cuna, por lo que no habría nuevamente necesidad de ello.

Asimismo, el contexto de la aleya de la purificación de María (P), indica que se refiere a la época en que María se encontraba recluida en el templo, cuando todavía no tenía a Jesús en sus entrañas, por lo que todavía no había surgido acusación que hubiera que refutar mediante el atributo de “purificación”.

Sûra Al-Mulk; 67: 14.

Sûra An-Nahl; 16: 36.

Nahy Al-Balâgah, disertación Nº 147.

Sûra Al-Yumu‘ah; 62: 2.

Sûra Al-Hadîd; 57: 25.

Sûra Al-Baqarah; 2: 213.

Sûra An-Nisâ’; 4: 165.

Sûra Âal ‘Imrân; 3: 37.

Sûra An-Naml; 27: 40.

Sûra Ash-Shu‘arâ; 26: 193-194.

Sûra Al-Baqarah; 2: 3.

Al-Wahîî Al-Muhammadî (La Revelación Muhammadiana), por el Seiied Muhammad Rashîd Ridâ, p.66.

Sûra Al-Anbiîâ’; 21: 5.

Sûra An-Naym; 53: 11 y 17.

Sûra Al-Yinn; 72: 26-28.

Kashf Al-Murâd fi Sharh Tayrîd Al-I‘tiqâd, p. 217.

Sûra Al-An‘âm; 6: 87.

Sûra Az-Zumar; 39: 37.

Sûra Iâ Sîn; 36: 62.

El juicio del intelecto en este caso es categórico, es por eso que algunas narraciones que se refieren al Profeta Job (Aîiûb) -con él sea la paz- y al hecho de que él fue aquejado con enfermedades que provocan aversión, además de contradecir el juicio categórico del intelecto, también contradicen a otras narraciones a este respecto provenientes de los Imames de Ahlul Bait (P).

El Imam As-Sâdiq (P) narró: “Por cierto que Aîiûb (P), a pesar de todo aquello con lo que fue afligido, no provocaba hedor, ni se afeó su imagen, ni afloró pus ni sangre de su cuerpo, ni se sentía repelido nadie que le observaba, ni nadie que le veía se espantaba de él, ni se agusanó ninguna parte de su cuerpo. Es así como Dios, Imponente y Majestuoso, procede con todo aquel que prueba con la aflicción de entre Sus profetas y distinguidos santos; y si la gente se alejó de él fue por su pobreza, por la debilidad de su aspecto, y por ignorar su posición ante Dios, Elevada sea Su mención” (Al-Jisâl, t.1, Los siete capítulos, hadiz nº 107). Es así que las narraciones que contrarían esta cuestión, no tienen base y son rechazadas.

Tanzîh Al-Anbîiâ’ del Saîied Al-Murtadâ. ‘Ismat Al-Anbîiâ’ de Al-Fajr Ar-Râzî. Mafâhîm Al-Qur’ân del Shaij Ya‘far Subhânî, cap.: La Infalibilidad de los profetas.

Bihâr Al-Anwâr, t.70, p.22.

Ibid; t.70, p.18, hadiz 9.

Dijo el Imam ‘Alî Ibn Abî Tâlib (P) en referencia a este grupo: “Ellos son, respecto al Paraíso, como quien realmente lo está viendo y se encuentra gozando en el mismo; y son, respecto al Fuego, como quien realmente lo está viendo y se encuentra en el mismo siendo castigado” (Nahy Al-Balâgah, Disertación Nº 193, la cual fue pronunciada a pedido de su compañero Hamâm).

Sûra Âal ‘Imrân; 3: 42.

Sûra Âal ‘Imrân; 3: 33.

Libros.ir
http://libros.ir/libros/Biblioteca%20Islamica/Revistas%20y%20articulos%20de%20temas%20diversos%20(48)/Revista%20Az-Zaqalain/AzZaqalain17.pdf

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