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Actualizado: 15/12/2014 04:29 GMT
El terrorismo regresa a su cuna
La toma de rehenes australianos, por elementos ligados a un grupo antislámico wahabita, es el fruto de las medidas que Occidente y el régimen de Israel han adoptado para intentar el derrocamiento del Gobierno del presidente sirio, Bashar Al Assad y el sistema de este país árabe, en una agresión que ya lleva de tres años.
A pesar de que la prensa comercial se ha apurado en negar que este grupo tenga vínculos con el Daesh, lo cierto es que la imagen de la bandera de los terroristas confirma su pertenencia a los extremistas ligados a Al Qaeda.
Tal como había advertido el presidente sirio, estos terroristas buscaban ganar experiencia en el campo militar durante su agresión a Siria, y ahora, cual efecto boomerang, les ha llevado a atacar a sus propios territorios, pese a que el Occidente ha hecho todo lo posible para crear, armar, entrenar, financiar y dirigir a los extremistas del Daesh a fin de perpetrar agresiones contra naciones musulmanas, haciendo caso omiso a los urgentes llamados de Siria para detener a los mercenarios wahabitas, los cuales, tarde o temprano, iban a poner en la mira a las naciones occidentales, ya que de estos países proviene un gran número de integrantes del propio Daesh.
Si bien no se tiene claro si este ataque a una cafetería de Sídney, Australia, será el primero de las agresiones en países occidentales, el hecho es que todo es fruto de una política de fomento hipócrita del terrorismo contra Siria, fenómeno que se invierte en contra de sus propios instigadores, lo que es un evidente fracaso de las políticas prosionistas, en sus intentos de modificar el mapa geopolítico del Oriente Medio en favor del régimen sionista de Israel.
Nuevamente, el engendro terrorista occidental escapa de sus manos, tal como ha ocurrido con Al-Qaida, Talibán, el Frente Al Nusra, Boko Haram, Abu Sayyaf, y los Tabligh, entre otros, pero no varía en cuanto a las víctimas de siempre: los civiles. Nunca, y en ningún caso, las altas elites políticas capitalistas del Occidente sionista son tocadas en lo más mínimo por los extremistas, quienes buscan empañar la imagen del Islam y de los musulmanes al tratar de presentarlos como agentes de odio, tal como lo retrata la industria cinematográfica en poder de los sionista. En este caso, la toma de rehenes es un complemento para este discurso.
El entrenamiento de estos terroristas, a costa de sangre de inocentes en Siria o incluso en Irak, tarde o temprano iba a tener sus consecuencias, pues el auspicio armado de Estados Unidos a los grupos ultristas o “moderados”, cortadores de cabezas y comedores de hígados, a la postre, llegaría a los mismos países donde se ha fraguado toda esta tragedia.
La única solución para eliminar el dolor es que Estados Unidos y sus aliados, como Arabia Saudita y el régimen de Catar, no continúen su fomento al extremismo wahabita, así como se persiga penalmente a sus instigadores, sólo así la persecución al terrorismo será real y no mera retórica, pero eso es un sueño.
Manuel Arismendi P. Es periodista y analista internacional.
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