Conferencia internacional por la paz
ENSAYOS
CONSTRUIR LA PAZ EN MEDIO DE LA GUERRA.
Samuel Ruiz García
Samuel Ruiz, Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Con la colaboración de Miguel Ortega, Secretario Ejecutivo del SICSAL
Del mundo unipolar al unilateralismo.
El mundo unipolar que vivimos hoy día, encabezado por las políticas de corte neoliberal en lo económico y neocolonialista en lo político, ha pasado rápidamente a accionar de manera unilateral por su mayor representante, Estados Unidos. Que arrastra al mundo, con la guerra de invasión emprendida contra Iraq, como también a las débiles instituciones internacionales, a una crisis de consecuencias aun por descubrir.
La invasión a Iraq, hecha a nombre del mundo civilizado contra los "bárbaros tiranos", que no respetan los derechos fundamentales, ni la democracia occidental. A los cuales, hay que civilizar llevándoles los valores y libertades del mundo moderno. Lo paradójico es que, las naciones que dicen enarbolar esos valores y libertades, hayan violado en esta guerra de invasión, el derecho más fundamental de cualquier persona: la vida. Bush advierte al mundo a partir de los acontecimientos de las torres gemelas del 11 de septiembre del 2001: que “en esta guerra no es posible la neutralidad, ni para los hombres ni para Dios: o con nosotros, o con los terroristas; o con la civilización o con la barbarie”.
Los muertos en Medio Oriente, se justifican por un "bien supremo": la seguridad del pueblo norteamericano. Ellos, establecen qué países son considerados enemigos de la seguridad internacional y qué personajes son sus principales aliados. En este sentido, el tan proclamado choque de civilizaciones, anunciado por Samuel P. Huntington, en 1993, se quiere presentar como irrefutable después del derrumbe de las torres gemelas:
"El carácter tanto de las grandes divisiones de la humanidad, como de la fuente dominante del conflicto, será cultural. Las naciones-estado seguirán siendo los agentes más poderosos en los asuntos mundiales, pero en los principales conflictos políticos internacionales se enfrentarán naciones o grupos de civilizaciones distintas; el choque de civilizaciones dominará la política mundial. Las líneas de ruptura entre las civilizaciones serán los frentes de batalla del futuro... El conflicto entre civilizaciones será la última fase de la evolución del conflicto en el mundo moderno.
Las líneas de ruptura entre civilizaciones, sustituyen las fronteras políticas e ideológicas de la Guerra Fría, como puntos álgidos de crisis y derramamiento de sangre. La Guerra Fría, se acabó con la caída de la Cortina de Hierro. Al desaparecer la división ideológica de Europa, reapareció la división cultural entre cristianismo occidental, por una parte y, cristianismo ortodoxo e Islam por la otra. A medida que las personas definan su identidad en términos étnicos y religiosos, es probable que, perciban su relación con personas de etnias o religiones distintas como una relación de nosotros contra ellos.
El choque de civilizaciones se produce así en dos niveles. En el nivel micro, grupos contiguos situados en las líneas de ruptura de las civilizaciones luchan, en ocasiones con violencia, por controlar el territorio y a los demás. En el nivel macro, estados de civilizaciones distintas compiten por el poder económico y militar, el control de las instituciones internacionales y de terceros, y promueven competitivamente sus valores políticos y religiosos particulares." (Foreing Affairs, 1993.)
En general todos podríamos estar de acuerdo con estos puntos, en lo único que no estamos de acuerdo con Huntington, es que la iniciativa de este choque de civilizaciones no viene del mundo islámico, sino de los Estados Unidos; ya que con esta guerra de invasión contra Iraq, no está dispuesto a permitir que nadie ponga en duda su hegemonía política y económica, después de la implosión del mundo del socialismo real.
Por otro lado, Huntington omite hacer mención, del fundamentalismo religioso de los gobernantes de Estados Unidos, con toda su carga de negatividad hacia lo diferente. La derecha norteamericana, desde una posición fundamentalista y reduccionista del cristianismo.
La constatación de esto, se manifesta a través del presidente Bush, cuando utilizó el término "justicia infinita" para hacer pagar al gobierno Talibán por su presunta participación en los avionazos de septiembre del 2001. También constata, cuando busca legitimar su acción a partir de la afirmación de que "dios" está de su lado como nación líder. Y, por último, que la guerra que se emprende contra quienes consideren terroristas, es una cruzada por la supremacía del cristianismo protestante que representa la posición del gobierno estadounidense, contra los infieles islámicos que no están subordinados a su poder y designio. Todo esto, ponen en claro el peligro que corre la humanidad, con este fundamentalismo religioso de los funcionarios de la Casa Blanca.
Contra lo que nos quieren presentar los medios electrónicos de comunicación, el islamismo como religión, no es una postura unánime en el mundo musulmán:
“La religión musulmana tiene cinco escuelas principales de interpretación del Corán y de los textos sagrados. Cada una de las escuelas, trata de establecer la Chari’ah (la ley islámica) necesaria para cumplir con la profesión de fe del musulmán (el que se somete a la ley divina).
Cuatro de las escuelas son consideradas como sunnitas y la quinta es la escuela chiíta. La distinción entre las escuelas sunnitas y la escuela chiíta, nace de un conflicto de sucesión. Luego de la muerte del profeta Mahoma en 632, la sucesión está asegurada por los califas Abu Baker (632-634), Omar (634-644) y Uthman (644-656). El califa, significa literalmente el sucesor del mandado por Dios y debe afirmar la Sunna, la tradición del profeta, a partir de la interpretación de los textos sagrados para garantizar el seguimiento de la ley islámica. Pero en 656 el califa Uthman es asesinado por el clan de Aïcha, una de las mujeres del profeta; y, Alí toma el poder. En 661, el propio Alí es asesinado y sustituido por un nuevo califa, Mo’Awiya. Aparece entonces la ruptura mayor del mundo islámico entre los que afirman la Sunna y los que se reclaman del Chi’At’Ali (el partido de Alí), entre sunnitas y chiítas. Después de los califatos, los sunnitas, mayoritarios en las sociedades árabes, asiáticas y de África Negra, siguen afirmando la Sunna y, al contrario por ejemplo de la religión católica, no creen en la autoridad de un clero. En contraste, los chiítas no creen que Mahoma sea el último profeta y esperan el Mahdi (el inspirado de Dios). Se someten a la autoridad de un clero encarnado por la figura del Imán (el que dirige el rezo), descendiente de Alí por Fátima.
Los chiítas, mayoritarios en Irán (93%), poseen importantes poblaciones en Iraq, Omán y Bahrein. Es imprescindible tener en cuenta la especificidad de las problemáticas de las diferentes sociedades musulmanas, para entender la complejidad de la geopolítica del mundo islámico y, finalmente, las implicaciones generales de las dinámicas que engendra.
En lo que concierne al fundamentalismo, es preciso distinguir entre islámico e islamista. El islámico es el que tiene el Islam como profesión de fe. El islamista pertenece a una corriente minoritaria de las sociedades musulmanas contemporáneas, el islamismo, que reivindica una práctica más auténtica e integral de la fe islámica y que suele ser asociado con el fundamentalismo islámico. Sin embargo, la afirmación de una práctica más fiel de la fe musulmana, implica la misma diversidad del propio Islam, entre dinámicas que definen una cierta unidad histórica de movimiento y no pueden ser separadas del todo (el islamismo aparece como una reivindicación interna en todas las sociedades musulmanas), pero que en ningún momento pueden ser reunidas bajo una sola etiqueta. Las condiciones de su desarrollo son múltiples y a veces contradictorias." (Malik Tahar “Islam, Fundamentalismo y Terrorismo”, Revista Pasos 102.) Los cristianos son constructores de paz. Ante el manejo indiscriminado que se ha hecho de la religión para cuestiones políticas, no puedo dejar de reaccionar como cristiano y como obispo católico.
Para mí, el mensaje central de Jesucristo, es sin duda alguna, la construcción de un Reino de paz, justicia, amor y dignidad para todas las personas en comunidad. En el nacimiento de Cristo, el ángel del Señor se les apareció a los pastores y les dijo: “no teman porque yo vengo a anunciarles una buena nueva, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo. De pronto, aparecieron otros ángeles y todos alababan a Dios diciendo: gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra gracia y PAZ a los hombres.”
Así nacía el Príncipe de la Paz, del que fuera dicho: “este es el Consejero admirable, el Héroe divino, el Padre que no muere, el Príncipe de la Paz. Su imperio no tiene límites, y, en adelante, no habrá sino paz para el hijo de David y para su reino. Su reinado quedará bien establecido y sus bases serán la justicia y el derecho desde ahora y para siempre.” Por eso, “el Señor gobernará a las naciones y enderezará a la humanidad. Harán arado de sus espadas y sacarán hoces de sus lanzas. Una nación no levantará la espada contra otra y no se adiestrarán para la guerra.”
Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, asumió en la Sinagoga de Nazareth, como dirigidas a Él, las palabras del Profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por el que me consagró. Me envió a traer la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a los cautivos su libertad y a los ciegos que pronto van a ver. A despedir libres a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor.” En la Carta del Reino Dios, proclama Jesús la experiencia de vida que Él mismo escogió y por ello posee un impacto especial: “Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.” Y, al inicio de su pasión, cuando Simón Pedro “hirió al sirviente del jefe de los sacerdotes cortándole una oreja.., Jesús le dijo: vuelve la espada a su sitio, pues quien usa la espada, perecerá también por la espada.
¿No crees que puedo llamar a mi Padre y él al momento me mandaría más de doce ejércitos de ángeles? Pero entonces, no se cumplirían las Escrituras que dicen que ha de suceder así.”
¿Qué es la paz? Para nosotros la definición de la paz que asumimos plenamente es la que se plasmo en el Documento “Gaudium et Spes”, fruto del Concilio Vaticano II:
“La paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia28.
Es el fruto del orden plantado en la sociedad humana por su divino Fundador, y que los hombres, sedientos siempre de una más perfecta justicia han de llevar a cabo. El bien común del género humano se rige primariamente por la ley eterna, pero en sus exigencias concretas, durante el transcurso del tiempo, está sometido a continuos cambios; por eso la paz jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo quehacer.
Dada la fragilidad de la voluntad humana, herida por el pecado, el cuidado por la paz reclama de cada uno constante dominio de sí mismo y vigilancia por parte de la autoridad legítima.
Esto sin embargo, no basta. Esta Paz en la tierra, no se puede lograr si no asegura el bien de las personas y la comunicación espontánea entre los hombres de sus riquezas de orden intelectual y espiritual. Es absolutamente necesario, el firme propósito de respetar a los demás hombres y pueblos, así como su dignidad y el apasionado ejercicio de la fraternidad en orden a construir la paz. Así, la paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar. La paz sobe la tierra, nacida del amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de Cristo, que procede de Dios Padre. En efecto, el propio Hijo encarnado, Príncipe de la paz, ha reconciliado con Dios a todos los hombres por medio de su Cruz y reconstituyendo en un solo pueblo y en un solo cuerpo la unidad del género humano, ha dado muerte al odio en su propia carne y, después del triunfo de su resurrección, ha infundido el Espíritu de amor en el corazón de los hombres.
Por lo cual, se llama insistentemente la atención de todos los cristianos, para que, viviendo con sinceridad en la caridad, se unan con los hombres realmente pacíficos para implorar y establecer la paz. Movidos por el mismo Espíritu, no podemos dejar de alabar a aquellos que, renunciando a la violencia en la exigencia de sus derechos, recurren a los medios de defensa, que, por otra parte, están al alcance incluso de los más débiles, con tal que esto sea posible sin lesión de los derechos y obligaciones de otros o de la sociedad. En la medida en que el hombre es pecador, amenaza y amenazará el peligro de la guerra hasta el retorno de Cristo; pero, en la medida en que los hombres unidos por la caridad, triunfen del pecado, pueden también reportar la victoria sobre la violencia...”.
La novedad de lo ocurrido con ocasión de la invasión de Iraq, ha sido la fuerza no prevista con la que se han enfrentado la lógica de la paz y la lógica de la guerra. La de una guerra anunciada, la de la brutalidad criminal de la agresión, de la asimetría de los medios, de la mentira descarada, de la violación del derecho, de la ruptura de consensos trabajosamente construidos, de la justificación del unilateralismo, de la imposición del militarismo como estrategia de paz, de la tergiversación de las palabras, de la fabricación de más armas como base para la reactivación económica, del arrogante desprecio de la opinión pública, del mesianismo, etcétera. Y, por otro lado, la de un movimiento mundial enormemente potente, cuyas convocatorias han dejado atónitos los movimientos de masas clásicos, por su fuerza, coherencia, espontaneidad y masividad, Se trata del hecho más masivo de la historia de la humanidad, catalizador de la conciencia mundial. Ha puesto transparentemente en evidencia, que este modelo de desarrollo necesita robar y, en consecuencia, necesita matar para poder robar.
El 11 de septiembre facilitó la coartada del terrorismo como justificación. Se proclamó el estado de “guerra global permanente”, el estado de excepción en el mundo entero. Los asesinos han ganado la batalla militar, como no podía ser de otra forma. Pero han perdido todas las batallas políticas, desde la de la opinión pública a la de la legitimidad que podía haberle dado la ONU.
El conflicto de Iraq, es un paradigma tan brutalmente evidente, que tiene por ello, la ventaja de ser pedagógicamente comprensible.
Se trata de un conflicto global, en el que confluyen todos los elementos ideológicos, culturales, económicos, políticos y estratégicos. Y, la respuesta a la agresión, ha tenido y por primera vez un carácter global. Después de Seattle, Praga, Florencia y Porto Alegre, las víctimas han aprendido que la lógica criminal del sistema es siempre la misma con pretextos diferentes. Han aprendido que detrás de los conflictos de Iraq, Venezuela, Colombia o Chiapas, que en el tema de la deuda o en el conflicto del agua que se avecina, con el pretexto de la droga o el terrorismo, el sistema también "piensa globalmente y actúa localmente". Si no vean lo que se pretende hacer a través de los distintos planes estratégicos para América Latina: El Plan Puebla- Panamá, el Plan Colombia, el ALCA.
Tenemos que frenar cualquier guerra que se emprenda en el mundo.
La Iglesia Católica ha tenido un rechazo rotundo a la guerra contra Iraq, pero no es novedosa esta posición, de hecho resulta profético lo manifestado por los obispos reunidos durante el Concilio Vaticano II:
"...al emplear en la guerra armas científicas de todo género, su crueldad intrínseca amenaza llevar a los que luchan a tal barbarie, que supere enormemente a la de los tiempos pasados. La complejidad de la situación actual y el laberinto de relaciones internacionales, permiten prolongar guerras disfrazadas con nuevos métodos insidiosos y subversivos.
En muchos casos, se admite como nuevo sistema de guerra, el uso de los métodos del terrorismo.
Es preciso recordar, ante todo, la vigencia permanente del derecho natural de gentes y de sus principios universales. La misa conciencia del género humano proclama con firmeza, cada vez más, estos principios.
Los actos, pues, que se oponen deliberadamente a tales principios y las órdenes que mandan tales actos son criminales y, la obediencia ciega no puede excusar a quienes los acatan. Entre estos actos, hay que enumerar ante todo aquellos con los que metódicamente se extermina a todo un pueblo, raza o minoría étnica: hay que condenar con energía tales actos como crímenes horrendos; se ha de encomiar en cambio, al máximo la valentía de los que no temen oponerse abiertamente a los que ordenan semejantes cosas.
Desde luego, la guerra no ha sido desarraigada de la humanidad.
Mientras exista el riesgo de la guerra y falte una autoridad internacional competente y provista de medios eficaces, una vez agotados todos los recursos pacíficos de la diplomacia, no se podrá negar el derecho de legítima defensa de los gobiernos. A los jefes de Estado y a cuantos participan en los cargos de gobierno, les incumbe el deber de proteger la seguridad de los pueblos a ellos confiados, actuando con suma responsabilidad en asunto tan grave. Pero una cosa es utilizar la fuerza militar para defenderse con justicia y otra muy distinta querer someter a otras naciones. La potencia bélica no legitima cualquier uso militar o político de ella. Y, una vez estallada la guerra, lamentablemente, no por eso todo es lícito entre los beligerantes. Ante los efectos destructivos enormes e indiscriminados, que sobrepasan los límites de la legítima defensa, es preciso examinar la guerra con mentalidad totalmente nueva, sabiendo que se habrá de dar seria cuenta por las acciones bélicas, ya que de las determinaciones presentes dependerá en gran parte el curso de los tiempos venideros."
Ya escribía en su Encíclica “Pacem in Terris” S. S. Juan XXIII (11 de abril de 1963): “Por esto, en nuestro tiempo que se ufana con la energía atómica, es irracional pensar que la guerra sea un medio apto para establecer los derechos violados”. El argumento central de la guerra de invasión contra Iraq, emprendida por los Estados Unidos y sus aliados, fue la de destruir las "armas de destrucción masiva del régimen de Sadam Hussein. Cosa, que aun no han encontrado. Pero nadie dice nada del desarme de Estados Unidos, único país que realmente ha utilizado armas de destrucción masiva, directamente lo hizo contra población civil en Hiroshima y Nagasaki en 1945, así como en Vietnam y en Centroamérica.
La lucha contra cualquier forma de armamentismo, ya sea con fines "preventivos" o para garantizar la paz. Para esto retomaremos lo que el Concilio manifestó, hace más de cuarenta años en relación a la construcción de la paz:
"Las armas científicas no se acumulan exclusivamente para el tiempo de guerra. Puesto que la seguridad de la defensa, se juzga que depende de la capacidad fulminante de rechazar al adversario, esta acumulación de armas, que se agrava por años, sirve de manera insólita para aterrar a posibles adversarios. Muchos las consideran, como el más eficaz de todos los medios para asentar firmemente la paz entre las naciones. Sea lo que fuere, de este sistema de disuasión, convénzanse los hombres de que la carrera de armamentos, no es camino seguro para conservar la paz. Y, el llamado equilibrio de que ella proviene, no es la paz segura y auténtica. No sólo no se eliminan las causas de conflicto, sino que más bien se corre el riesgo de agravarlas poco a poco. Al gastar inmensas cantidades en tener siempre a punto nuevas armas, no se pueden remediar tantas miserias del mundo entero.
Hay que elegir nuevas rutas que partan de una renovación de la mentalidad para eliminar este escándalo y poder restablecer la verdadera paz, quedando el mundo liberado de la ansiedad que le oprime. La carrera de armamentos, es la plaga más grave de la humanidad y perjudica a los pobres de manera intolerable. Hay que temer seriamente que, si perdura, engendre todos los estragos funestos cuyos medios ya prepara.
Advertidos de las calamidades que el género humano ha hecho posibles, empleemos la pausa de que gozamos, concedida de lo Alto, para, con mayor conciencia de la propia responsabilidad, encontrar caminos que solucionen nuestras diferencias de un modo más digno del hombre. La Providencia divina nos pide insistentemente que nos liberemos de la antigua esclavitud de la guerra. Si renunciáramos a este intento, no sabemos a dónde nos llevará este mal camino por el que hemos entrado."
Prohibición absoluta de la guerra
La acción internacional para evitar la guerra es tarea de todos tal y como lo manifiestan los obispos reunidos en Roma durante el Concilio:
"Bien claro queda, por tanto, que debemos procurar con todas nuestras fuerzas preparar una época en que, por acuerdo de las naciones, pueda ser absolutamente prohibida cualquier guerra. Esto requiere el establecimiento de una autoridad pública universal reconocida por todos, con poder eficaz para garantizar la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos. Pero antes de que se pueda establecer tan deseada autoridad, es necesario que las actuales asociaciones internacionales supremas se dediquen de lleno a estudiar los medios más aptos para la seguridad común. La paz, ha de nacer de la mutua confianza de los pueblos y no debe ser impuesta a las naciones por el terror de las armas; por ello, todos han de trabajar para que la carrera de armamentos cese finalmente, para que comience ya en realidad la reducción de armamentos. No unilateral, sino simultánea, de mutuo acuerdo, con auténticas y eficaces garantías.
No hay que despreciar, entretanto, los intentos ya realizados y que aún se llevan a cabo para alejar el peligro de la guerra. Más bien hay que ayudar la buena voluntad de muchísimos que, aun agobiados por las enormes preocupaciones de sus altos cargos, movidos por el gravísimo deber que les acucia, se esfuerzan, por eliminar la guerra, que aborrecen, aunque no pueden prescindir de la complejidad inevitable de las cosas… los sondeos y conversaciones diligente e ininterrumpidamente celebrados y los congresos internacionales que han tratado de este asunto deben ser considerados como los primeros pasos para solventar temas tan espinosos y serios, y hay que promoverlos con mayor urgencia en el futuro para obtener resultados prácticos…. Nada les aprovecha trabajar en la construcción de la paz mientras los sentimientos de hostilidad, de menosprecio y de desconfianza, los odios raciales y las ideologías obstinadas, dividen a los hombres y los enfrentan entre sí. Es de suma urgencia proceder a una renovación en la educación de la mentalidad y a una nueva orientación en la opinión pública… Tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore.
Que no nos engañe una falsa esperanza. Pues, si no se establecen en el futuro tratados firmes y honestos sobre la paz universal una vez depuestos los odios y las enemistades, la humanidad, que ya está en grave peligro, aun a pesar de su ciencia admirable, quizá sea arrastrada funestamente a aquella hora en la que no habrá otra paz que la paz horrenda de la muerte. Pero, mientras dice todo esto, la Iglesia de Cristo, colocada en medio de la ansiedad de hoy, no cesa de esperar firmemente. A nuestra época, una y otra vez, oportuna e importunamente, quiere proponer el mensaje apostólico: Este es el tiempo aceptable para que cambien los corazones, éste es el día de la salvación."
A modo de conclusión
Luchar por la paz significa no sólo tomar una posición pacifista simple, sino integral. Esto pasa por cuestionar al sistema capitalista neoliberal, pero también nos interpela en el uso de la violencia como el único método para liberarnos o para enfrentar la injusticia. Vale la pena revisar seriamente el pensamiento de Gandhi y del propio Cristo, con respecto al papel de la no-violencia-activa, como alternativa para construir una sociedad no sólo donde quepan todos, sino en la cuál no se tenga que sacrificar a nadie para conservar la paz y el orden.
En este sentido, los cristianos no deben olvidar de seguir al píe de la letra las recomendaciones que nos hace Jesús: no matarás, amar al enemigo, no estar apegado a nuestras propiedades y por último, devolver bien por mal. Cosas que Gandhi y otros luchadores noviolentos lo llevaron a la práctica hasta sus últimas consecuencias, esto no es una referencia al margen, mucho menos cursilería de pacifistas o estupidez política inviable. Estas recomendaciones, son el único camino para librarnos del uso de la violencia como la única salida para restaurar el orden, la paz y la justicia. Jesús, nos ofrece el camino aparentemente menos lógico, racional e ineficaz del amor hacia la humanidad, que se expresa claramente a través de la noviolencia.
Por eso, los humildes y sencillos son los más abiertos a este mensaje, ya que ellos han vivido en carne propia la violencia que se ejerce a través de la guerra.
La no-violencia, nos invita a estar del lado de las victimas generadas por cualquier sistema, gobierno, sociedad o comunidad. Jesús nos llama a ser sus defensores aunque en ello tengamos que recorrer su propio camino. Y la pregunta que Dios nos hará al final de nuestra existencia será: ¿De que lado estuvimos? ¿A quién defendimos? ¿Por quien optamos? Preguntas a las que los poderosos no podrán evadir ni ahora ni al final de su vida.
http://www.eumed.net/libros/2005/cipaz/2g.htm
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